LA CORREHUELA
El póker está de moda como un late night donde algunos cerebritos ganan la del Oeste por una partidita de cartas. Pero uno, que tiene raíces más cascarreñas, se decanta por el tute de toda la vida. Y ahí me arrastren. Quienes juegan o jugaron al tute saben que existe un momento crucial en tan ecuménico juego en que la decisión del instante marcará el resto de la mano. Ese momento en que, pintando en bastos la cosa, se ve uno con “la porra”, con el as de bastos en somontano y sobre el tapete del rival una sota de oros que tienta demasiado. Si gasta uno la porra por una miserable sota (lo de miserable se entiende por su puntuación, no por su dignidad de sota) puede quedarse en paños menores para la batalla final. Sin embargo puede que la sota, tan insignificante ella, se convierta en martillo pilón y nuestro as, en la manga, acabe ganando un dos de espadas para la causa, que es como no ganar nada.
Me da que así de castizas les pintan los bastos al PSOE con su porra Rubalcaba. Tengo por cierto que a la ministra Chacón, a pesar del rostro contraído y el ceño fruncido con que se despachó a sí misma, no le costó demasiado tomar la decisión de retirarse de las primarias socialistas. Ella se sabe sota y, por ende, con la partida perdida. Gastar la manga, o el disparo, en un fuego de artificio seguro que no está en sus planes. Tampoco lo estará en los de Rubalcaba, seguro, pero se ha visto como As de Bastos y no ha tenido más remedio que lanzarse a la jugada.
Al final será carne de oposición y habrá de esperar manos más favorables. El problema es que las partidas en política, si el mal tiempo no lo remedia, duran cuatro años y es mucho tiempo para andarse barajando las cartas.
Pero no les culpo. A los socialistas, digo. Porque la regla dice que hay que llegar a la última manga con las mayores bazas posibles. En mala hora se le ocurrió lo de “sin ti no soy nada”. Apuesta sin seguro, pero apuesta al fin y al cabo. Siempre se podrá recuperar la sota de oros cuando dejen de pintar bastos.