La crisis lleva años golpeando la clase trabajadora: despidos, caída de salarios, recorte de prestaciones sociales, ataques a la enseñanza y la sanidad pública… Hoy el discurso de la crisis como un mal pasajero ya no cuela y tampoco que estamos saliendo de ella.
La respuesta a esta ofensiva del capital no ha sido una reacción con los instrumentos tradicionales de la clase obrera. El miedo a la pérdida del trabajo y la enorme división material de la clase obrera operada por las reformas laborales, junto a la política de conciliación y desmovilización de las direcciones sindicales mayoritarias, dan ese sentimiento de fragilidad al trabajador/a.
La válvula de escape han sido movimientos ciudadanos. El más masivo, el 15M, al calor de las revoluciones árabes, con las ocupaciones de plazas, los Tahrir expresaba el rechazo a los grandes poderes políticos y económicos. Las mareas en defensa de la educación y la sanidad pública, o la lucha contra los desahucios han ocupado también ese espacio de resistencia popular.
El capitalismo en crisis no deja margen para políticas clásicas de la socialdemocracia, pues no hay migajas que repartir, el capital exige todo para él. No hay punto medio: o se planta cara al capital o se cede a su chantaje. Los gobiernos del PSOE –con o sin IU- aplican políticas de recortes y austeridad en ayuntamientos y comunidades autónomas.
En Francia, el PS de Hollande se hunde en los sondeos después de haber prometido acabar con la austeridad y priorizar el crecimiento y terminar imponiendo drásticos ajustes presupuestarios.
El fenómeno de la reorganización política y las crisis institucionales tienen su expresión más avanzada en el Sur de Europa, más golpeado por las políticas de austeridad. La crisis de los partidos del régimen, implicados en las políticas de ajuste, corroídos por infinidad de casos de corrupción, ha llevado a un cuestionamiento del sistema, de las instituciones. Syriza en Grecia, el movimiento Cinco Estrellas del cómico Beppe Grillo en Italia, o ahora Podemos expresan esa necesidad de cambio.
Hay diferencias significativas en el carácter de esas alternativas: Syriza viene de un frente de organizaciones de izquierda en una situación de resistencia obrera con más de 20 huelgas generales; Grillo, un populismo de protesta encabezado por una figura mediática difícil de encajar en la izquierda, sin conexión con el movimiento político y sindical. En un punto intermedio se situaría Podemos.
Sortu, la CUT y la CUP
En la perspectiva de un frente de izquierda en ruptura con la Monarquía y el capitalismo, tres eran los componentes que podían impulsado la iniciativa: Batasuna/Sortu había participado en Iniciativa Internacionalista en las europeas del 2009, en colaboración con organizaciones de la izquierda revolucionaria del resto del Estado, pero eso fue un paréntesis entre los Pactos Lizarra con el PNV y el acuerdo con EA, Aralar i Alternatiba que dio lugar a EH-Bildu.
La decisión de tregua unilateral de ETA viene acompañada por un giro hacia la política institucional. La izquierda abertzale priorizaba y prioriza la «acumulación de fuerzas soberanistas», un bloque con la burguesía para alcanzar el derecho de autodeterminación, a una política de lucha anticapitalista que necesariamente le enfrentaría a la burguesía vasca del PNV, pero también de EA. Este es el espacio por el que entra Podemos, también en Euskal Herria.
El segundo factor era la CUT de Cañamero y Sánchez Gordillo. La permanencia de la CUT en IU era incompatible con la política de ruptura que anunciaban, máxime con IU en el Gobierno de la Junta. La CUT ha ido perdiendo terreno a manos del aparato de IU-CA, controlado por la dirección del PCA. El 21 de diciembre de 2014 obtiene el 11% en la Asamblea General de IUCA.
El 23 de diciembre el parlamento andaluz aprobaba el presupuesto para 2015 con los votos de PSOE e IU-CA. El 28 de diciembre la asamblea de la CUT se reúne en Osuna y decide «congelar» su participación en IU, e inmediatamente Cañamero y otros dirigentes de la corriente anuncian que abandonan IU-CA. Los siguientes pasos de la CUT serán importantes para ver si acuerda con Podemos o avanza alguna política de frente.
El tercer componente podía ser la CUP-AE que en las últimas elecciones al Parlament de Catalunya había alcanzado los tres escaños y contaba con un centenar de concejales.
La construcción de CUPAE fue un paso en el sentido de permitir agrupar un frente no sólo con sectores independentistas sino también de la izquierda revolucionaria, aunque finalmente sólo entramos Lucha Internacionalista y En Lucha.
Tras las elecciones, la CUP no profundizó ese trabajo de frente. Ahora se ha llegado a un acuerdo por el que retoma el impulso de un frente en Catalunya (ver artículo adjunto), pero tampoco hay visos de tomar alguna iniciativa a nivel estatal.
Podemos: «ni de derechas ni de izquierdas»
Que hoy Podemos avance la izquierda abertzale en los sondeos debiera hacer pensar, lo mismo que ocurre con la CUP. La reacción de algunos sectores es responder que Podemos tiene un componente lerrouxista que no podía atraer fuerzas que se reclaman del independentismo vasco o catalán, pero eso no es así, el lerrouxismo es UPyD y Ciutadans/Ciudadanos, estas son las fuerzas anticatalanas o antivascas, pero lo más significativo del proceso catalán es que la clase obrera rechazó seguir a Ciutadans, PP incluso al PSOE de Chacón en su campaña anticatalana. Podemos canaliza el sentimiento de estos trabajadores que no son independentistas, que votaban izquierda y a quienes preocupa prioritariamente la lucha por la realidad social, pero que bien podían estar enmarcados en un amplio frente con el derecho de autodeterminación como referencia.
La irrupción de Podemos trastoca todo el panorama de la izquierda. Muerde fuerte al PSOE, y también a IU, reactivando un amplio sector que iba a la abstención.
Podemos representa ese catalizador que puede reactivar la ilusión de que es posible cambiar el sistema, acabar con tanta mafia y rapiña. Comporta una variable positiva pues llama a construir organización política, a implicarse.
Pero utiliza esa fuerza al servicio de un proyecto electoralista: empuja para atrás la conciencia de clase, pues pone la confianza no en la lucha sino en unas elecciones que permitirían cambiarlo todo desde arriba, desde el poder. Esta conciencia reformista –más propia de la pequeña burguesía-, es una adaptación al discurso democrático burgués imperante. Al servicio de conseguir más votos afirma no ser «ni de derechas ni de izquierda», sino de la mayoría, de los «de abajo» contra la minoría de arriba», la «casta». Las clases sociales y la lucha por construir el socialismo se sustituyen por principios morales interclasistas y un capitalismo domesticado.
La organización de Pablo Iglesias sigue el modelo del discurso de los movimientos bolivarianos, de hecho los principales dirigentes han sido asesores de Chávez, Evo o Correa.
Hablan de procesos constituyentes, del acceso al poder por la vía electoral y la reforma del Estado para ponerlo al servicio del pueblo trabajador.
Pero la experiencia de la aplicación de esas políticas en Venezuela, Bolivia o Ecuador, lejos de suponer una ruptura con el capitalismo ha provocado que se siga descargando el peso de la crisis sobre las clases trabajadoras.
El programa con el que Podemos se presentó a las elecciones europeas con medidas anticapitalistas se va disolviendo cuanto más suben en los sondeos. Bajo el epígrafe «Actuar con realismo sin renunciar a los sueños», se presentaba una modificación del programa económico de las europeas de hace apenas 7 meses. De la auditoría para no pagar una parte de la deuda y reestructurar el resto se ha pasado a la «negociación con los mercados» para «hacer sostenible la deuda». De la jubilación a los 60 hoy estamos en los 65, con flexibilidad para determinados casos. De recuperar el control público de los sectores estratégicos de la economía y desprivatizaciones, ahora ya sólo se habla de intervenir en los sectores que sean ineficientes. En el caso de la banca proponen potenciar el ICO para impulsar una banca pública, pero no se habla de nacionalizaciones. No se menciona eliminar las Empresas de Trabajo Temporal. Queda la jornada de 35 horas y la necesidad de convencer a Europa que hay que cambiar las políticas de austeridad. Se mantienen las indefiniciones sobre la monarquía o sobre Catalunya y su derecho de autodeterminación.
Reproducen el mismo personalismo y medidas de control antidemocrático del chavismo.
Internet y las votaciones abiertas permite poner distancia al control de la organización y los círculos sobre la dirección. Los medios de comunicación se convierten en el terreno predilecto para hacer política.
Los profesores universitarios y los expertos se convierten en la tecnocracia que sigue minimizando el papel de los trabajadores y la lucha cuotidiana como palanca del cambio social. La dirección de Pablo Iglesias actúa como un partido más dentro de Podemos, pero impuso el veto a militantes de organizaciones en cargos de dirección, a pesar de que organizaciones como Izquierda Anticapitalista participaban desde el inicio.
Pero lo determinante es hoy que Podemos se presenta como un movimiento en formación, que aun no ha consolidado un aparato que imponga un giro a la derecha que están imprimiendo sus líderes. Es en este sentido que la política hacia Podemos no puede ser la misma que hacia IU, aunque sus programas no difieran sustancialmente de contenido. IU ha cristalizado su compromiso con las instituciones del régimen y con la gestión del capitalismo no en los programas electorales ni en las resoluciones de sus congresos sino en infinidad de ejemplos en los que ha tenido una responsabilidad política.