Retomo el tema central de este texto: las respiraciones catárticas. Nuestros centros respiratorios habitualmente funcionan de forma autónoma, de igual manera como lo hacen los demás centros vegetativos: el corazón y el resto de la circulación, la termo-regulación, el sistema nervioso simpático y el parasimpático o el aparato digestivo. Pero a diferencia del resto de funciones vegetativas, la respiración tiene la particular capacidad de recibir órdenes directas del yo consciente y de colaborar con él. De forma voluntaria e inmediata, una persona normal -no especialmente entrenada- no puede aumentar o disminuir la temperatura del cuerpo -lo puede hacer de forma indirecta, tapándose-, como tampoco puede dar órdenes al hÃgado o al bazo. Pero en cualquier momento puede dar instrucciones a los pulmones, al diafragma y al resto de elementos que regulan la respiración para acelerarla o pararla. Es decir, la mente puede dirigir a voluntad la absorción, el almacenamiento y la distribución de aire en el cuerpo.
En este sentido, el mecanismo que regula lo que podrÃamos denominar la consciencia fisiológica inmediata -la que regula la respiración-  es también el que convierte nuestras emociones en algo especial. Con toda probabilidad, es por ello que se trata de ámbitos de nuestro ser tan Ãntimamente relacionados. Las emociones son mecanismos biológicos que regulan nuestra vida social, son las matrices de nuestra conducta relacional modulada por cada cultura y sobre la que se mueve la vida social. A la vez, las emociones pueden ser objeto del yo consciente: nos es posible simular una emoción, como hacen los actores y la mayorÃa de nosotros si conviene hacerlo, para acabar o no dándole vida en nuestro mundo subjetivo. También en este sentido, cada cultura entrena a las personas que viven bajo sus parámetros para sentir y manifestar determinados sentimientos, desconociendo otros.
De acuerdo a mi trabajo empÃrico, y sin querer plantear aquà un debate sobre este tema, afirmo que hay siete emociones básicas o biológicas: rabia o ira, miedo, tristeza, asombro, orgasmo sexual, éxtasis trascendente y alegrÃa o gozo de vivir. Además de estas formas de reacción a los estÃmulos del entorno o a los estÃmulos endógenos (por ejemplo, recuerdos o sueños), experimentamos centenares de sentimientos que son las manifestaciones emocionales una vez han pasado por la consciencia y que, por tanto, han sido moduladas por los valores culturales y la socialización de cada persona.
En este sentido, la respiración es la gran bisagra fisiológica que articula dos dominios distintos: la actividad orgánica inconsciente o refleja y la actividad voluntaria. Es decir, el control consciente de la respiración es un control sobre todo el ser y sus emociones. Por ejemplo, después de unos segundos reteniendo el aliento, el centro respiratorio registra el cambio de composición de la sangre: sube la tasa de CO2 y desciende la de oxÃgeno. Este cambio estimula el trabajo vegetativo del bazo que se contrae y lanza al circuito sanguÃneo mayor cantidad de glóbulos rojos, a la vez que aumenta la temperatura del cuerpo y se relaja el sistema nervioso. Además de ello, al retener el aire o al espirar lentamente se transforma el tono emocional: este recurso para poder variar la actitud es descubierto por casi todo el mundo de forma espontánea y cada cultura lo usa con algún propósito especÃfico: trascender nuestra naturaleza vegetativa, aumentar la energÃa vital, relajarse, ser más productivo o mejor combatiente, estimular el imaginario…
En este sentido y para ilustrarlo con un ejemplo occidental, el canto gregoriano es una técnica de control de la respiración muy cercana a la Kumbhaka yóguica, de retención del aliento. A mi juicio, la razón original del canto gregoriano no hay que buscarla en las estrictas delicias estéticas de la música coral o en la simple adoración a la divinidad, sino en las técnicas de modificación de la consciencia con propósitos espirituales -la búsqueda tradicional de la elevación espiritual podÃa tener tres tipos de propósito explÃcito: mÃstico, curativo o de combate guerrero.
La técnica del canto gregoriano consiste en emitir notas cantadas muy largas, reteniendo la respiración mucho más allá de lo normal. De aquà que la notación musical del gregoriano se refleje en una tetragrama indicando solo el tono o elevación del canto, pero no el tiempo: cada comunidad religiosa podÃa y puede interpretar las piezas de acuerdo a su preparación respiratoria, al igual que los yoguis consiguen retener la respiración más o menos tiempo, según su entrenamiento. El análisis del ritmo de las respiraciones en la ejecución gregoriana de dos formaciones vocales distintas, permite observar con detalle el control voluntario de la respiración a que se someten los intérpretes.
He analizado la interpretación que hace la Oxford Camerata del canto gregoriano compuesto por la famosa mÃstica del siglo XII Hildegard von Bingen, concretamente he analizado los himnos y antÃfonas O Euchari, O Virga medicatrix y Ave generosa, de la composición ‘Revelaciones Divinas’. Ninguna de las piezas corales analizada tiene un ritmo más rápido de seis respiraciones por minuto ni más lento de tres. Lo cual significa que cada inspiración está separada de la siguiente por un tiempo de diez a diecisiete segundos. Durante este tiempo el aire es soltado lentamente para emitir el sonido del canto plano, muy similar a las prácticas Kumbhaka del Pranayamá yóguico.
Otra agrupación analizada es el coro de la Catedral de Nôtre-Dame en tres de sus interpretaciones de gregoriano, Ut queant laxis (himno al segundo modo), Rorate coeli desuper (canto al primer modo) y Ave Maria (canto al octavo modo). Este análisis muestra que también en este caso se mantiene el mismo ritmo de respiraciones que en el anterior, incluso un poco más lento. La mayorÃa de inspiraciones están separadas por un tiempo de quince a diecisiete segundos. Es decir, el canto gregoriano obliga a bajar el ritmo de la respiración a un promedio de cuatro inspiraciones por minuto, en lugar de las quince a veinte normales.
Al igual que en la respiración yóguica, cuyo origen se atribuye al mÃtico personaje Patânjali, del siglo II a.C., espirar en el canto gregoriano dura el doble o más de tiempo que la inspiración. En diversos otros sentidos también se dan claras similitudes entre canto gregoriano -repeticiones del Aleluya y de otras palabras y sÃlabas sagradas- y los cantos yóguicos que usan palabras para regular la espiración y las vibraciones corporales -repetición de la sÃlaba OM y de la frase Mani Padme Om innumerables veces. Es decir, que el control voluntario de la respiración como método de transformación emocional y de desarrollo del ser aparece en distintas culturas, tan alejadas como puedan serlo los dos ejemplos escogidos.
En principio, podrÃa parecer que este riguroso control de la respiración es contrario a la explosión catártica que se busca con la Respiración Holorénica, y en cierta forma asà es. Pero hay un capÃtulo muy especial dentro de las técnicas de Pranayamá conocido como Kapalabhati que consiste, justamente, en realizar ráfagas de respiraciones rápidas. DirÃamos que la esencia del Pranayamá es la cesación voluntaria de la inspiración y la espiración.
http://youtu.be/gKlVCX7F24M
Esta retención del aliento, en sánscrito denominada Kumbhaka, es la práctica más importante pero hay una excepción que no es sino la respiración rápida o Kapalabhati. En esta práctica se invierten la mayorÃa de pautas que rigen el resto de la respiración yóguica. En Kapalabhati la espiración no dura el doble de tiempo que la inspiración (como sucede en las demás técnicas de Pranayamá), la voluntad se aplica para espirar con fuerza en lugar de ser aplicada a la inspiración y dejar que la espiración sea pasiva, el oxÃgeno está muy poco tiempo dentro del cuerpo, etc. Todo ello puede dar una idea del lugar tan especial que ocupa la respiración rápida en el yoga.