En la milenaria China estaba socialmente asumido que al médico había que regalarlo y agasajarlo mientras estuviéramos sanos, y dejar de hacerlo en cuanto enfermáramos. Nosotros lo hemos estado haciendo durante toda nuestra vida mediante impuestos y cotizaciones.
Es un derecho adquirido porque, aún aquellas personas que ni han cotizado ni han tenido que pagar impuestos directos, lo han hecho en los indirectos, pero fundamentalmente por el mero hecho de ser persona, sujeto de derechos y de obligaciones.
Según vamos cumpliendo años nos preocupan más los problemas de salud y sus consecuencias, y la posible dependencia que ello nos puede generar. Cada día hay más personas ancianas dependientes. Quizás algunos llegarán a esta situación, pero no antes de tiempo. De nosotros depende en un gran número de casos. Por eso tenemos que participar en la vida social y política para que ese cuarto pilar del Estado de Bienestar se haga realidad y se cumpla la Ley de Dependencia, aprobada en Cortes.
En una sociedad bien organizada y mejor administrada, no puede haber recortes en estos cuatro pilares que recogen derechos humanos universales y que en nuestro país hemos logrado convertir en derechos políticos: educación, sanidad, pensiones y dependencia.
Para tener una buena salud hemos de tener unos hábitos de vida saludables y seguir los controles de salud recomendados. Saludable es como amable, personas y cosas que dan salud, que dan y reciben amor. Así nos “salud damos”.
Los controles de salud son visitas programadas al centro de salud que nos corresponda que tienen como objetivo prevenir la aparición de enfermedades. Por eso nos detendremos en estos controles, en hábitos saludables de vida y en la responsabilidad personal de vigilar la propia actitud.
Y en esto como en todo, pongamos el énfasis en la actitud ya que a veces fallamos en la conducta. Pero esto nunca nos podrá desanimar. Al contrario, el hecho de que nos demos cuenta, nos confirmará que estamos en el camino. Dice el maestro Chuang Tzú: “No olvides, cuando caigas, que el suelo te ayudará a levantarte”.
Aquí, entre nosotros, recuerda lo que se dice en la Eneida: “desconfía de los griegos, aunque vengan con regalos”. Desconfiemos de los que nunca caen, ni se equivocan, ni cometen errores.
De los que nunca lloran. Y se consideran mejores que los demás; esa es la antesala de la soberbia y de la desolación posterior. Nada de lo que pueda sucederle a los seres humanos nos puede ser extraño ni ajeno.
J. C. Gª Fajardo