El nuevo Ministro de Trabajo se ha marcado como prioridad política el conseguir regresar a la buena senda del diálogo social, de forma que sindicatos y empresarios marchen de la mano y rubriquen las reformas laborales que el país necesita por la vía del diálogo, que permite reformas estructurales de verdad, en lugar de por la vía de la regulación gubernamental, que siempre se queda corta.
Los primeros en visitar el Ministerio de Trabajo serán los número dos de CCOO y de UGT, y es de prever que en breve, o en cuanto se decida el nuevo responsable, sea la CEOE la invitada, para conocer los puntos de partida de todas las partes y poder empezar a tender puentes.
El optimismo debería de ser nuestra razón de ser en esta nueva etapa que ahora se abre. La CEOE estaba viciada por la nulidad moral de su máximo responsable, pero muerto el perro se acabó la rabia, y ahora que Díaz Ferrán parece encaminado a desaparecer de la negociación todo apunta a que todo puede ir por el buen camino.
Otra cosa será la actitud de los sindicatos. Si, como hasta ahora, se cierran en banda defendiendo posturas inmovilistas propias de sociedades anteriores y totalmente contraproducentes para la sociedad abierta, flexible y dinámica del siglo XXI, el diálogo social se volverá a estancar, como lo hizo antes. Por otro lado, si comprenden su responsabilidad y saben entender el tipo de país en el que están viviendo, luchando por los trabajadores y no por su propia supervivencia, puede que el diálogo social comience a funcionar.
Estamos en un momento crucial de nuestra historia, el momento ideal para iniciar un proceso de reformas estructurales que consigan adecuar nuestro mercado laboral a nuestra realidad social, y si empresarios y sindicatos se empeñan pedir lo imposible nos quedaremos atrás, como siempre, y perderemos la oportunidad de mejorar nuestra productividad y competitividad, los dos grandes lastres de nuestra economía.