Intentar apoximarme o adentrarme de manera virtual en la psique y en las entrañas del pensamiento de Borges no ha sido fácil ni agradable. Algo completamente diferente al placer que me produce la lectura de su obra. No porque haya encontrado demasiados monstruos en el aquel sinuoso camino sino porque es un terreno personal en el que hay que tener cuidado dónde pisas. No obstante, lo que contaré aquí serán mis observaciones sin vulnerar su privacidad. O por lo menos lo intentaré.
Los temas de La Sexualidad y El Amor en la (vida y) obra de Jorge Luis Borges, llamaron mucho mi atención por su aparente ausencia. Nada más erróneo que pensar eso; son veintitrés los relatos en el cual aparecen o se mencionan. Estos temas están muy presentes en su literatura; más de lo que uno podría suponer. Pero antes de entrar a valorar estos temas en su (vida y) obra es necesario conocer su poética.
Según manifiesta en su blog el escritor y crítico literario Vicente Luis Mora, “la pérdida de significado en los libros [*’Los textos huecos’] es un mal terrible (…) nos alejan de la posibilidad de alimentar nuestra imaginación”. Borges sigue por esta senda porque él no quería un lector pasivo; quería que sus lectores descubriésemos y descifremos los códigos y enigmas que nos entregaba en su escritura. No era un escritor sencillo de leer. Esta complejidad de su obra sumado a su calidad literaria hicieron de él, el escritor que fue (y es). Borges, gran conocedor de la cábala judía, de lo arcano y lo místico, impregnó sus obras con sus afinidades y gustos. Creó, para ello, la estructura del laberinto: el mundo caótico que se halla, en el fondo, ordenado por conocimientos secretos. La lectura de sus relatos es como si nos hallásemos inmersos en aquel laberinto; sus relatos son laberintos en el cual el lector busca una salida. Salir del laberinto significaría entender el relato; la historia; el libro sagrado. Decía la cábala «El mundo debe ser interpretado para poder comprenderlo». Y Borges lo trasladó a su literatura. Quizá para él La Sexualidad y El Amor se mostraban ante los ojos y mente del lector, y ante él, de manera evidente, real y no había forma de que sea parte del laberinto, excepto de forma somera. Aquel laberinto enigmático podría perder su valor. El orgasmo como explosión en medio de un plácido sueño. Aquella irrealidad tenía, desde luego, mucho de onírico y el orgasmo o cenit sexual supondría para el escritor volver a la realidad. Con lo que de ningún modo podía permitirse tal aberración en su cosmovisión literaria. Pero claro, tampoco podía anularla totalmente por ser esta parte de la (ir)realidad. Es por eso que La Sexualidad y El Amor en (la vida y) obra de Borges es tratada de una manera muy particular.
Borges estaba convencido de que el idioma (o lenguaje) no era suficiente para percibir nuestra realidad, porque nos ofrece un mundo de ficción, ya que nos muestra solo una imagen incompleta de lo que perciben nuestros sentidos. Se basaba en que, a falta de lo simultáneo (la multiplicidad sensorial humana), el lenguaje nos impone signos para llamar por su nombre a las cosas y a los sucesos. De esta manera, la realidad se convierte en un artificio, en una realidad fabricada. Por lo que, entonces, ésta se compone de hechos que el lenguaje no puede alcanzar. Así, pues, Borges afirmaba que lo irreal es inherente a la literatura. Tal vez por ese motivo fue que en su obra esté muy presente el factor de lo fantástico. La realidad expresada en palabras siempre sería irreal. La literatura tenía que ser irreal, fantástica.
A Borges le preocupó mucho la irrupción del sexo y el erotismo en el género policial que él cultivó y admiró en otros autores como Poe y Chesterton. Según algunos de sus biógrafos, Borges fue criado por un padre castrador y una madre fálica. A Borges no le gustaba Freud, pero sí admiraba a Jung. Según algunos biógrafos sufrió un trauma sexual originado por un incidente en un burdel de Ginebra cuando a penas tenía diecinueve años. Sin duda, las teorías del psicoanálisis de Freud le serían desfavorables si quisiéramos ahondar en aspectos de su vida y obra. Quizá por eso se inclinó más por el pragmatismo de Jung. Según lo que cuentan sus biógrafos más conocidos Borges era un tipo extremadamente formal y cauto a la hora, incluso, de enamorarse.
La Sexualidad y El Amor son mencionados o tratados en veintitrés de sus relatos, pero son cohibidos por un contundente silencio: se oculta en la evasión y la brevedad. No es narrado pero se sugiere continuamente a través de lo corpóreo. Estaba presente aunque con límites, amordazada. En el relato Ulrica se hace más evidente la sexualidad, pero al final nos sugiere que todo fue un sueño. Nunca encontraremos una escena explícita de sexo, solo se sugiere, se da a entender. Se reprimen las imagenes y se deja en manos del lector lo que podría pasar. Al parecer, como lo que dicen sus biógrafos más conocidos, Borges vivía la sexualidad y el amor de la misma forma en su vida como en su obra.
Otro dato a destacar es que las mujeres, como personajes literarios, nunca fueron protagonistas en su literatura. Cumplían un papel secundario; ayudaban a desencadenar una trama, pero nunca fueron determinantes. Con esto no quiero deslizar una posible misoginia de Borges sino, simplemente, resaltar este hecho. Por el contrario, siempre se le veía rodeado de mujeres.
Decía su amigo Bioy Casares, entre otros que le conocieron íntimamente, que “para Borges el sexo es sucio. La obscenidad le parece una culpa atroz: puta no es la mujer que cobra, sino la que se acuesta”. Con este fragmento de boca de Bioy Casares, uno de sus mejores amigos, podemos deducir y entender el por qué del escaso tratamiento a profundidad de La Sexualidad y El Amor en su (vida y) obra. El caso de Norah Lange, su amor de juventud, que al final se casó con otro, es muy conocido porque al parecer la mujer pelirroja de su relato Ulrica se trataría de ella. También habría que mencionar su segundo matrimonio (el primero duró solo tres años) con su secretaria María Kodama, casi cuarenta años menor que él, en las postrimerías de su vida. La viuda de Borges ha llevado a juicio a varios biógrafos del escritor. Por último, no puedo dejar de mencionar también las declaraciones de quien fue la asistenta en casa de los Borges, quien cuidó de su madre y de él, Epifanía Uveda. Según sus palabras, reunidas en un libro, el escritor de El Aleph murió virgen.
En cualquier caso, La Sexualidad y El amor en la (vida y) obra de Borges será todo un enigma como lo fueron muchos de sus relatos. Hasta en eso Borges se encargó, involuntariamente, de encriptar su propia historia. Á‰l era un erudito, un estudioso de los códigos secretos, del misticismo, de las civilizaciones perdidas. Tal vez en el complejo mundo interior del escritor no cabían temas menores e intrascendentes. O quizá no escribió sobre el sexo y el amor detalladamente porque desconocía ese terreno. Un fragmento que podría resumir lo dicho lo encontramos en su relato TlÁ¶n, Uqbar, Orbis Tertius: «los espejos y la copulación son abominables porque multiplican el número de hombres».
Creo que lo importante es el legado literario que nos dejó, pero no deja de ser enigmático este aspecto de su vida.