A poco que uno eche la vista atrás a la hemeroteca del Partido Popular comprenderá que se trata de un proyecto político sin ideología propia, construido a base de retóricas más o menos pragmáticas que buscan el contento de la mayoría del pueblo español para conseguir así su único objetivo, el poder, más allá de los intereses de la propia ciudadanía o de las creencias que dicen defender.
Tal es su obsesión por la consecución, y posterior mantenimiento, del poder, que una vez que pobló la campaña electoral de promesas imposibles, que no engañaron a nadie, como demostró su incapacidad para conseguir nuevos votos, pero que le otorgaron el poder como consecuencia de la dispersión del voto de la izquierda, ahora ha llegado al poder y ha cambiado su discurso para mantener contentos a los mercados y garantizarse así un final de legislatura apacible.
Tan lejos ha llegado en su discurso popular y en demasiadas ocasiones populista, que se encuentra rozando la más ortodoxa socialdemocracia, tomando decisiones que ni el Partido Socialista se hubiera atrevido a tomar, incrementando un impuesto progresivo, como es el IRPF, y dejando de lado otro más regresivo, o mejor dicho, más indiscriminado, como es el IVA, o, incluso, apostando por la tasa Tobin como medida de fiscalización a las entidades financieras.
No sería de extrañar que en breve armonizara la presión fiscal contra las rentas del capital, ahora en el 21%, para acercarlas a las rentas del trabajo, que en el peor, o mejor, de los casos supera ampliamente el 50%, en una clara deriva hacia la especulación en contra de la economía real, que ningún gobierno ha intentado evitar, por miedo a la huida de capitales, pero que la sociedad demanda de manera urgente antes de caer en la condena de la idiosincrasia más liberal.
En definitiva, en estos tiempos en los que las ideologías se confunden, uno ya no sabe lo que pensar, tras haber observado al PSOE tomando medidas económicas liberales ahora se encuentra con el PP apostando por la socialdemocracia, encubierta y sin encubrir, y no nos queda otra alternativa que observar atónitos al disparate.
Dicho lo cuál, prefiero las medidas socialdemócratas, en general, las tome quien las tome, por lo que espero que el PP siga por el mismo camino, a pesar de que vaya contra su propio ideario político e ideológico, pero, ¿a quién le importa la coherencia en el mundo de la política?