Ciencia

La sopa de Sinde

¿Cultura gratis? Bueno, antes del boom digital, o del libre acceso a la información masiva de forma gratuita, no exisitía el debate sobre la piratería. Esto comenzó cuando un grupo de hackers halló la forma de descargar películas, libros, música, etc. Luego, esos pioneros de la descarga hicieron accesible los contenidos que conseguían al público. Abrieron páginas web de pago y gratuitas. Pronto, los internautas podían descargase gratis todo lo que se encontraba en la red. Las descargas libres dejaron de ser ilegales de la noche a la mañana, por «arte de magia». No hubo acuerdos ni nada parecido, simplemente ocurrió. Precisamente, porque ya nadie se cuestionaba la ilegalidad de estos hechos. Y cualquier atisbo de control de la red o de las descargas, como la ley Sinde, S.O.P.A. o P.I.P.A (éstas dos últimas con sus siglas en inglés son leyes que se pretenden implementar en los EE.UU), desencadenarían una ola de protestas por parte de los usuarios de Internet. Y, claro está, también de Anonymus.

Ahora nos encontramos en el dilema de las descargas gratuitas versus el derecho de propiedad intelectual de los artistas, científicos, escritores y todo aquel que haya creado algo. El consumidor cambió: ya no tiene que pagar por una obra: es gratis. Y a todo esto la industria se piensa agredida. Otros creen que fue la misma industria la que creó todo esto. Si hacemos caso a los teóricos de la conspiración, éstos dicen que son las multinacionales de la informática las que han creado todo este tinglado de la piratería: para vender más ordenadores y dispositivos multimedia es necesario que haya una cultura gratis. Es decir, piratear todo cuanto sea posible para darle uso, o darle sentido a las masivas compras de aparatos informáticos. En fin, lo único cierto es que la cultura gratis apareció un día y no nos dimos cuenta de cuándo, ni cómo, ni dónde. Apareció así, de repente, sin que nos diésemos cuenta.

El F.B.I. ha detenido hace unas horas a Kim Schmitz, dueño de MEGAUPLOAD la compañía de Internet que ofrece gratuitamente y por medio de pago,  descargas de películas, documentales, etc. También detuvieron a algunos de sus colaboradores. Kim Schmitz, de 38 años, de nacionalidad alemana, es un excéntrico personaje que lleva una vida de derroche y lujos. Todo lo contrario a lo que aquellos incautos piensan: que son personas de bien, que les interesa la cultura y el bienestar del ciudadano. Ilusos. Schmitz, más conocido como «Kim Dotcom», es un hacker que en la década de los noventa fue condenado por fraude bancario, tráfico de influencias y almacenamiento de productos robados. Tenía su residencia en Nueva Zelanda, donde es una de las personas más ricas de ese país.

Como el caso de Schmitz, muchos otros. La gente piensa que todos los que ofrecen descargas gratuitas son personas desinteresadas. Pues no, detrás de todo esto hay un negocio multimillonario y los usuarios no son más que pequeñas piezas que, juntas, hacen ganar miles de millones a los dueños de los portales y páginas web donde se ofrecen estas descargas.

Por otro lado, los creadores que padecen la piratería de sus obras, nunca fueron consultados si querían o no que su trabajo se ofreciera a los internautas de forma gratuita. Los dueños de páginas que ofrecen descargas nunca preguntan a los propietarios, si quieren o no que su trabajo sea descargado. Ellos actúan sin más, sin importarle las leyes de propiedad intelectual. Y el internauta consume, descarga, sin pensar que está consumiendo gratuitamente algo que sus propietarios no permitieron. Porque como está ahí en la red «hay que tomarlo, darle uso: si no lo usas tú otro lo hará por ti«. Esa es la forma de pensar que se ha instalado en la mente de los cibernautas y usuarios de Internet.

Hay autores que ofrecen, ellos mismos, sus trabajos de forma gratuita, para que el cibernauta o usuario acceda a él sin problemas. Pero también hay autores que no quieren ofrecer su trabajo de forma gratuita. Se debería respetar la decisión de estos últimos. Nadie puede decidir por nadie; nadie puede o debe descargar sin autorización de sus verdaderos propietarios. Repito: hay quienes ofrecen su trabajo gratis y hay quienes no. Nadie puede decidir por mí, ni por ti, ni por nadie.

También ocurre que en Internet no hay un control coherente. Estoy de acuerdo en que todos tenemos derecho a informarnos y a adquirir conocimientos, pero eso conlleva a respetar el trabajo de quienes no quieren que sus obras se descarguen de forma gratuita. En Internet el control es muy difícil, aunque no imposible. El internauta debe (debemos) comprender que si existen leyes de propiedad intelectual es para cumplirlas. Así como cumplimos en pagar impuestos. Pero el internauta consumirá todo lo que se le ponga en sus manos; donde haya una demanda habrá siempre una oferta. Y de eso se aprovechan los dueños de los portales y páginas web de descarga gratuita de material no disponible para esos fines. Los Estados y las Instituciones, entonces, deben salvaguardar el trabajo de los autores que no desean que sus obras se puedan descargar gratuitamente, sino por por los medios tradicionales. Es su decisión.

Libertad en Internet, sí, siempre, pero respetando la propiedad intelectual de los autores.

 

*Imagen de dominio público obtenida de Google.

 

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.