Si buscamos en la RAE la definición del concepto de tecnócrata nos encontramos con el siguiente texto: «Técnico o persona especializada en alguna materia de economía, administración, etc., que ejerce su cargo público con tendencia a hallar soluciones eficaces por encima de otras consideraciones ideológicas o políticas», lo cuál nos llevaría a pensar que la nueva tendencia que se viene observando en países como Italia y Grecia, con técnicos economistas como nuevos dirigentes de sus gobiernos, es una caída en la tecnocracia pura y dura.
Pero, no nos engañemos, la tecnocracia no existe, al menos no en términos económicos, porque la economía, como la política, siempre tiene un sesgo ideológico ya que como ciencia social que es se encuentra abierta a múltiples aproximaciones y diversas argumentaciones.
Ello me hace pensar que la última parte de la definición de la RAE «…por encima de otras consideraciones ideológicas o políticas«, es más teórica que real, porque ¿alguien puede afirmar que las políticas económicas que van a aplicar los «tecnócratas» en Italia y Grecia no tienen un sesgo ideológico?
En ambos países nos vamos a encontrar con recetas neoliberales de austeridad, cargadas, por tanto de ideología, más allá de su validez o eficiencia, por lo que no se trata de soluciones neutras sino de una avanzadilla ideológica enviada por los mercados a través de la presión de gobiernos neoliberales, como el de Francia y el de Alemania.
En este sentido suponen una pérdida de la libertad del pueblo para elegir a sus gobernantes ya que en ambos casos se ha producido un traspaso de poderes con cierto tufillo a alcantarilla de hipocresía, porque no pueden intentar vendernos el concepto de tecnocracia cuando, en realidad, estamos hablando de la claudicación de la democracia a los poderes de los mercados.
Puede que la economía neoliberal sea la solución, no digo que no, ni que sí, pero no podemos olvidar que de ella venimos y a ella le debemos lo que tenemos, lo bueno y lo malo, por lo que tal vez deberíamos de replantearnos un híbrido entre austeridad y gasto público, un intento de sentar las bases de la estabilidad presupuestaria del futuro mientras construimos el estado del bienestar del presente.
En definitiva, los supuestos gobiernos tecnócratas que nos están queriendo vender a los ciudadanos no son más que una manera de rendir pleitesia a los mercados, y es que, por mucho que nos duela, el que paga manda.