Sociopolítica

La triste historia de la rana Ben Johnson

En mis tiempos mozos, antes de que la Play desplazara a los gamusinos a un segundo plano, corría una leyenda urbana, de la que nadie dudaba, que afirmaba que si le dabas un cigarrillo encendido a un murciélago lo chupaba y chupaba hasta reventar. También se decía que si dabas cerveza a una rana tenías el oro garantizado en las Olimpiadas de Anfibios y Gasterópodos que se celebraban cada agosto en la corrala de Germán. Así, solazados, acudíamos todos con nuestras ranas atletas “metidas” hasta las cejas -si las tuvieren-, dopadas de San Miguel cual pelusas. ¡Qué memorables recuerdos! Aquellas carreras, en fin, eran tan emocionantes que estos duelos velopícedos que se montan Tyson Gay y Usain Bolt se me antojan, en verdad, simples timbas de recreo preescolar.

Un día, lo recuerdo a la perfección, decidí sumar un anabolizante más al duro entrenamiento de Ben Johnson, una rana musculosa sacada de la charca penitente de la Gaseosa. Añadí al dedal de cerveza un poquito de polvo de aspirina, lo revolví bien con el mondadientes y se lo di a mi avezada pupila. Bioquímica pura, vamos, pero el resultado no pudo ser más desolador. La Johnson, con el Uno al dorso pegado con superglue, hizo una buena salida desde los tacos de chapa. Pero a los cinco centímetros de carrera ya intuí yo que algo no iba bien. Mi rana comenzó a dar bandazos, se saltó las calles de tiza, arrolló a Marlene Ottey, cabeceó a Fermín Cacho y se dio bruces con la siempre correosa Carl Lewis. Acabó panza arriba fuera del tartán de tierra, empotrada en la caja de cerillas que hacía las veces de meta, descalificada y condenada al consuelo de que lo importante es participar.

Pienso yo, al hilo de tan memorable recuerdo, que nadie debiera dudar de la confesión del heroico profesor Neira. Que si mezcló medicamentos con unas cervecitas, y eso le produjo la de Hiroshima en vena, ¿por qué dudar de su palabra? Lo dice bien claro: A los políticos les he salido rana. Y le entiendo: a mi rana Johnson le pasó lo mismo. Y la perdoné. Aunque la retirara de la competición durante lo que quedaba de verano, quedando última en la Corrala Golden League.

Sin embargo, lo que a mí más preocupa del asunto de marras no es la infracción en sí, que es pecata minuta, dicen. Al fin y al cabo no murió nadie y sólo se produjo un herido leve con puntos de sutura, a saber, su maltrecho carnet de conducir. Lo que a mí me preocupa, insisto, es esa maravillosa frase que el insigne Observador proclamó hace unos días ante las complacientes cámaras de Antena 3.

«Si no puedo pegarme un revolcón con una señora… ¡no quiero vivir!”

Como lo han leído. Literal. Como me negaba a dar veracidad a las crónicas apócrifas que circulan por internet decidí acudir a beber a la fuente primigenia y, por tanto, no tergiversada por esos medios de comunicación, siempre tan tendenciosos. Por si la duda, aquí tienen las palabras exactas del ingenioso hidalgo:

http://www.antena3.com/noticias/sociedad/jesus-neira-creian-que-era-munequita-ocasion-les-salido-rana_2010090900017.html

Como crédulo pagano, había querido pensar que tan solo se trataba de una errata de impresión. O de una versión amarillista de los hechos. Pero no. ¿Lo han oído? Dice claramente: Si no puedo pegarme un revolcón con UNA señora… No dice con MI señora, no, dice con UNA, que es lo mismo que decir, “con CUALQUIER señora”, vamos, que lo mismo le da su mujer que la vecina del tercero. ¿Qué pensará la abnegada esposa de Neira al respecto? ¿Pensará que es un lapsus lingue? ¿O un lapsus vitae? ¿Acaso le ha jugado una mala pasada su preclara mente al profesor Neira?

Lo cual me recuerda a aquel chiste que destapa a los catetos vestidos de frac. Decía tal que así: caminaba un día un caballero de corbata y maletín por las calles de Madrid cuando fue asaltado, sin previo aviso, por un reportero callejero. “Caballero, permítame una pregunta, estamos en directo para Informe Diario, dígame ¿ha conducido usted sobrio alguna vez?”. El buen hombre, jactado de sapiencia, responde: “¿Yo? ¡Jamás! ¿Por quién me ha tomado? Yo no bebo alcohol y menos al volante”. “Entonces usted siempre conduce completamente ebrio, ¿verdad?”. “Completamente ebrio, sí, señor. No lo dude”

Ya perdonarán mi mal humor.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.