En la política española la capacidad de sorpresa no tiene límites conocidos por los ciudadanos de a pie. Es posible prepararse pero siempre te acabarán sorprendiendo con las decisiones que toman y en el momento histórico que ocurren. Ahora nos imponen traductores en el Senado. Sus propias fuentes informan que el coste de cada sesión con traducción simultánea será de 11.950 euros, en medio de esta crisis. Mientras, cerca de un millón de familias españolas caídas en la pobreza comen gracias a la atención de las diversas Beneficencias. Aparte de la ridiculez del asunto no hay que olvidarse de lo que nos cuesta.
El disparatado proyecto de los traductores evidencia la falta de mesura e intelecto y eleva a su máximo el ridículo del despilfarro. Tenemos una lengua común, según la constitución es un deber conocerla y sin embargo les pagaremos traductores a quienes tienen la obligación de dominarla. El Parlamento debería estar para parlamentar y conversar en la lengua común sobre el bien común de la ciudadanía. Van a tener en nómina a unos cuantos traductores, por fin alguien en el Senado currará de verdad. No beneficiará esto a los votantes de los senadores que hagan uso de traductor, es más me pregunto si se llevarán el traductor cuando vayan a la cervecería de al lado, que sin duda alguna será donde más tiempo estarán algunos, o en que idioma hablarán al camarero. Aunque teniendo en cuenta la importancia vital de esta cámara en nuestro país, quizás no necesiten ni entenderse y puedan ahorrarse semejante patetismo.
En mi modesta opinión, todas las lenguas del Estado se merecen un gran respeto, como elemento de identidad de un pueblo. Estas no tienen precio. Podríamos entenderlo una vez al año como simbología de nuestra nación plural, pero con la que nos está cayendo encima, cuando hay más de cuatro millones de personas en el paro y muchas más que no llegan a final de mes debido a la gran crisis económica, resulta una gran tomadura de pelo y una burla al personal que paga sus impuestos o no tiene para pagarlos por culpa del derroche de estos que les mal gobiernan. Estos son los mismos que en otros aspectos (pensiones, sanidad, educación, ayudas asistenciales) nos aprietan el cinturón y luego ellos todos los días nos sorprenden con continuos despilfarros que nada se ajustan a los planes de austeridad que propugnan.
Pablo Ansede Espiñeira.