Aprovechemos que finaliza el mes de noviembre y que el Pisuerga pasa por Valladolid para realizar una metáfora, desafortunada, supongo, de la capacidad de toma de decisiones de la Unión Europea, una metáfora tan burda que me da hasta vergÁ¼enza sacarla a colación, pero ¿qué le vamos a hacer? Cuando uno no está inspirado no le queda otra que recurrir a lo más obvio, que nunca defrauda.
La Unión Europea tiene la misma capacidad de movimiento que un gigante con pies de plomo, aletargada por su propio peso y sin capacidad real para acelerar el paso cuando las circunstancias lo requieren se limita a avanzar a velocidad anodina y siempre lenta viendo los acontecimientos volar a su alrededor sin ser capaz de destriparlos intelectualmente hablando, como si de un grupo de moscas volando alrededor del gigante se tratara, y volvemos a las metáforas absurdas.
Una metodología de toma de decisiones pausada, reflexiva y buscando el acuerdo de todas partes que tenía su razón de ser y su efectividad en tiempos pretéritos, aquellos de los que ni tú ni yo nos acordamos, pero que hoy en día han pasado a mejor vida en favor de la velocidad inherente de Internet y de la capacidad del dinero para cambiar de manos a la velocidad de la luz, o de la oscuridad que siempre es más rápida, no en vano está allí antes de que llegue la luz.
Intentar atender las necesidades del mundo actual con las instituciones del siglo pasado es tan absurdo como querer gravar el ocio digital con leyes pensadas para el mundo físico, un error de bulto que lo único que consigue es que se llegue siempre tarde y se deje vía libre para los abusos del capital, cuyo único pecado es buscar siempre su propio beneficio, por encima de todas las cosas.