Las modas son azarosas y caprichosas, vienen y van, gustan o disgustan, triunfan o fracasan, pero algunas son beneficiosas, necesarias y largamente esperadas porque ayudan al desarrollo de la sociedad en su conjunto.
Y ahora está de moda la fusión entre entidades financieras, concretamente entre Cajas de Ahorro porque los bancos ya se habían adelantado y ya estaban lo suficientemente concentrados, pero las cajas no. La diseminación de entidades locales desperdigadas por todo el territorio español era absolutamente ineficiente y, por fin, parecen haberse dado cuenta.
Ha tenido que llegar una crisis financiera de las dimensiones que estamos sufriendo en estos momentos para que todos los problemas presupuestarios salieran a la luz y que los Consejos de Administración de las Cajas, demasiado politizados, comenzaran a anteponer la viabilidad de la entidad al orgullo local, provincial o autonómico.
La centralización empresarial es un elemento esencial para la viabilidad y la rentabilidad de las empresas de cualquier sector ya que permite la reducción drástica de los costes así como una notable mejora en los canales de comunicación de las políticas corporativas.
Es cierto que en un primer momento se producirán ajustes de personal, de forma que algunos trabajadores perderán su empleo y otros serán reasignados a otras funciones u otros puestos, pero en el medio-largo plazo las nuevas cajas resultantes de las fusiones se convertirán en generadoras de empleo gracias a su mayor potencialidad económica.
El siguiente paso a la fusión debería de ser la despolitización, permitir que las Cajas de Ahorro de este país comiencen a funcionar como empresas privadas manteniendo, eso sí, sus obligaciones estatutarias pero rigiéndose exclusivamente por directrices económicas y nunca por intereses políticos, aunque mucho me temo que la escasa catadura moral y profesional de los políticos de este país impedirán este avance crucial.
En definitiva, la unión hace la fuerza y ha tenido que llegar la crisis para enseñárnoslo.