La noticia me llegó por internet. El director del Instituto Nacional de Cultura (INAC) de Panamá había sido asesinado en un tiroteo por los atracadores do un furgón blindado. Una estupidez. Un hombre culto, con el que se podía estar o no de acuerdo en política, un hombre en la cumbre de su vida. Un hombre bueno, querido y respetado falta de su casa, de sus amigos, de su trabajo y de su tierra por una violencia que no cesa.
Este es el momento de reflexionar sobre el camino por el cual está marchando nuestra sociedad. Si Machado aseguraba con elocuencia que el camino se hace al andar estamos ciertamente los panameños haciendo un camino que conduce a la muerte y el desarraigo social. Ante tanta desgracia, ante tanta injusticia social, no es infrecuente encontrarnos con gestos violentos como el que le ha costado la vida a Anel Omar Rodríguez.
La idiosincrasia de los violentos se nutre del rencor social y se enmascara tras la necesidad. Estos desalmados a los que no les tiembla el pulso a la hora de matar nos son necesitados: son hombres sin conciencia que no creen en el trabajo ni en la responsabilidad civil, creen en su vicio, en su maldad y en sus métodos marca “juega vivo”.
Nuestro país, visto desde fuera, ofrece un panorama triste, de confusión política, de encendido populismo y de pobreza. Acúsenme de lo que quieran pero eso lo que se ve en los periódicos cada día. Ante las cifras que señalan que un millón de panameños viven en la pobreza no queda más que protestar contra políticas que vienen dejando el poder en manos de los mismos, en manos de políticos que no tienen conciencia ni respeto por la altísima responsabilidad que el voto del pueblo libre les confiere.
Esta radicalización de la violencia se da la mano con la blandura de las autoridades, de la poca entidad que como garante de la seguridad y la prosperidad tiene el estado, que va cediendo poco a poco el terreno a los ladrones y demás violentos que saben que el miedo se ha instalado junto con la pobreza en el corazón del pueblo. Las opciones políticas que se barajan en Panamá para las próximas elecciones no ofrecen más que lo de siempre: populismo, demagogia y plata para los de arriba, para los de siempre. El principio de la renovación de la sociedad pasa por reconocer quiénes somos y qué nos pasa. Creer en cuentos de puentes del mundo y corazones del universo por que sí, porque siempre se ha dicho, es traicionar el futuro de todos.
Espero que el pueblo panameño se despierte del letargo, que empuñe la bandera de la dignidad y del civismo para frenar de una vez por todas esta lacra que se ha puesto de manifiesto por la muerte de este hombre de la cultura panameña. Son muchos los que mueren violentamente en Panamá pero este debería ser el último, Anel Omar Rodríguez debería ser la gota que colme el vaso.