Economía

La xenofobia de la crisis

La crisis económica de la que tanto hemos venido hablando últimamente acarrea consecuencias impredecibles y que pueden causar daños sociales de gran calado, más allá de la austeridad financiera a la que condena.

Al amparo de la escasez de recursos económicos el ser humano tiende a buscar culpables de la situación, a escurrir el bulto y responsabilizar de sus propios actos al otro, a la persona ajena, a alguien distinto.

Y en las sociedades globalizadas de hoy en día el distinto es el inmigrante, esa persona que abandonó todo lo que poseía, a sus seres queridos y sus raíces más profundas, para intentar labrarse un futuro de la manera más digna posible.

Muchos llegaron a nuestras sociedades cuando vivíamos en la opulencia más ofensiva y les abrazamos con la solidaridad del rico, ofreciéndoles las migajas que no queríamos comer, ¿para qué?, nosotros teníamos caviar que echarnos a la boca.

Eran tiempos de bonanza, o eso creíamos, los trabajos florecían, a pesar de su precariedad, y todos nos creíamos con derecho a un trabajo mejor, a un chalet en las afueras y a un monovolumen para llevar a los niños a sus actividades extraescolares. ¿Los trabajos más duros? ¡Ya los harían los inmigrantes!

Pero ahora, ahora que nos vienen maldadas, ahora que sufrimos las consecuencias de nuestra excesivas alegrías anteriores, ahora que maldecimos nuestra falta de previsión, culpabilizamos al inmigrante de nuestras penurias, sin pararnos a pensar que nosotros, los que sí tenemos raíces en nuestros países, al menos tenemos una red de seguridad en la que caernos, ellos, ellos no.

Los inmigrantes, que todo dejaron atrás, ahora se ven en la misma situación que nosotros. No encuentran trabajo. Los que tuvieron la suerte de poder cotizar cobran sus subsidios, a los que son merecedores tanto como nosotros, y los que sufrieron los abusos de empresarios sin escrúpulos se mantienen como pueden, con alguna chapucilla por aquí y otra por allá.

Son tiempos duros, para todos, pero para ellos más, porque notan como la sociedad les mira ya de otra forma, ahora ya no hacen falta, y los políticos, lejos de intentar hacer pedagogía y explicar al vulgo ignorante la necesidad, primero ética y luego económica, de involucrar a los inmigrantes en nuestra sociedad, se limitan a hacer demagogia electoralista en pos del populismo baratario que suele conceder votos, aunque nunca un lugar en la historia.

En estos momentos de tamaña complejidad hay que recurrir a la inclusión, y no a la exclusión, dejarnos de discursos xenófobos (en los que también han caído ciertos medios de comunicación) y construir una sociedad mejor, con lo bueno que teníamos y lo bueno que nos aportan los que vienen a convivir con nosotros.

¡Basta ya de xenofobia! ¡Todos somos, o hemos sido, inmigrantes alguna vez!

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.