Opinión de Eduardo Pérsico.
Hace un par de semanas miembros de la iglesia católica en Argentina redactaron un documento para denunciar los altos índices de pobreza en nuestro país. Una calamidad innegable que suscribiría también varias entidades sectoriales: la CGT y la CTA de los trabajadores, las cámaras empresarias Unión Industrial, su similar Asociación Empresaria y de los grupos financieros, la Asociación de Bancos del país.
Esta iniciativa, lamentablemente para su responsable obispo Jorge Casaretto, no se consolidó a pesar de los publicitados anuncios previos por el ‘alto porcentaje de fragmentación que hay en el país’. Así dijo el obispo al cargar educadamente contra ‘las cámaras empresariales que impidieron avanzar en ciertos acuerdos que ya habían sido consensuados’, acuñando una opinión algo demagógica al no mencionar entre los disidentes a firmar, también a las representantes obreros previamente retirados. Pero bué, él será también perdonado por confesar ‘cierta ingenuidad de la iglesia ’ al pensar en erradicar el drama de la pobreza, ‘una emergencia nacional’. Algo que pareciera recién descubierta por esta jerarquía y no demasiado preocupante para las entidades empresarias que no firmaron, según alguno de ellos, por estimar al documento contrario al gobierno actual del país. Que bien entendido, ha sido para ellos un gobierno que les permitió ganancias sustanciosas durante su gestión, resultado favorable para cualquier empresario de servicios, la producción industrial y agro exportadoras; igual vertientes de opinión que por naturaleza reclaman por la presión tributaria, la inseguridad jurídica y demás quejas de la conocida agenda empresarial.
Pero igualmente no firmaron, y para algunos resultó sugestiva la reiteración del obispo Casaretto al hablar de ‘fragmentación de la sociedad’, un calificativo de por sí ambiguo: Fragmentar en principio implica dividir, Fragmentario es cualquier cuerpo compuesto por fragmentos y sin complicar más la cosa, cualquier grupo humano es un perpetuo exponente de lo fragmentario en tanto lo integren personas, instituciones, etnias, grupos de interés, pobres, ricos, multimillonarios y muertos de hambre. A quienes, ¿con ‘cierta ingenuidad’? en un papel escrito con frases muy dolientes les prometen cambiarle la situación de pobreza con un escrito que no iría más allá del anhelo y el buen deseo. Para el pobrerío, otro papel cargado de palabras y acaso para el sector de la ‘fragmentación’ más alta de la sociedad, saber algo de la miseria que pontificar siempre a favor de los pobres. Rezos y homilías no sirven en esta época de enterarnos que el asunto de la miseria se regenera con decisiones concretas y factibles, y es inservible cualquier vulgar enunciado que publicarán los diarios del domingo, y el lunes a otra cosa.
Para entrarle en serio y de lleno a la miseria y la desigualdad hay que olvidar el miedo a palabras por años malditas y despreciadas; los realistas ejecutores de las medidas elegirán los términos que ellos prefieran pero sin una redistribución de la riqueza incautando las fortunas desmesuradas, y la reeducación de los sistemas de uso y propiedad de la tierra, reforma agraria o como se llame, no hay arreglo. Sobra comida en la tierra para que coman todos sus habitantes y eso no es un hallazgo, pero sin una forzada repartija de los bienes la inequidad y la hambruna seguirán creciendo. Y más aún con dirigentes que pretenden jugarla de justicieros y se ocupan de la pobreza redactando una carilla crítica de la realidad que nadie niega, todo suena a broma televisiva o desconocimiento de lo verdadero. Escritos como estos bien pueden firmarse por millones y destinarlos a las corporaciones mediáticas más que al imaginario colectivo que pronto lo olvidaría, a no ser que este abortado o postergado manifiesto fuera pensado para retomar el ‘gracias que la iglesia se preocupa por nosotros’. Un ademán no infrecuente entre las agrupaciones políticas tributarias del privilegio en la Argentina, que si las cosas no culminan según ellos disponen se encabritan y destruyen la negociación. En esa pertinaz obstinación clasista en romper además las instituciones, según nuestra historia lejana, reciente y siempre próxima, algo que no fue el caso de este documento sobre la pobreza. Eso está descontado, apenas fue un frustrado apriete político donde el mayor exabrupto fue decir ‘sociedad fragmentada’ cuando algunos señores se negaron suscribir un documento que no compartían. Un exceso verbal que manifiesta cierta actitud ante los demás mortales, sin suponer que el obispo participante creyera de verdad que esa ‘fragmentación’ de los firmantes fuera un rechazo a la voluntad de dios. (abril 2010)
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.