Los laberintos han sido construidos en muchas culturas, en todos los continentes; los arqueólogos han encontrado sus trazas en datas de 4000 años atrás. También se especula que este símbolo data del período paleolítico (20.000 AC) en arte prehistórico en las rocas. El laberinto se sustenta en un modelo universal de desorientación, con una cualidad psico-somática que desata nuestra experiencia. Su significado se expresa tanto a nivel consciente (arquitectura) como inconsciente (memoria y experiencia).
El laberinto o maraña es una buena analogía para describir ciudades de estructuras de tendencia fractal. Más que el modelo geométrico en sí, la ciudad es un laberinto sólo para los usuarios no alertas, o los extranjeros. Por más que las sensaciones y sentimientos se enardecen, ellos no saben cómo desplazarse, desconocen cómo salir de allí. En las ciudades antiguas, la analogía está vista en la red de caminos y corredores de su construcción tangible, pero en la ciudad moderna, se refiere a la atracción y el temor que ella transmite. En ambos casos, el mismo estado psicológico es producido: confusión, desorientación. En este sentido, como dice Walter Benjamín, la ciudad moderna se vuelve un Teseo dentro del laberinto del Minotauro…
El laberinto más conocido es el de siete circuitos. El autor de ¨Through the Labyrinths¨, Herman Kern, especula que han sido originados en el período Neolítico, en los rituales de observación celestial donde la forma psíquica espiralada crea una disposición de danza y movimiento hacia un punto central; o posiblemente en cultos en cuevas en los que las cavernas tortuosas simbolizaban las entrañas de la Madre Tierra. Sin embargo, Henri Lefebvre, afirma que el laberinto fue una construcción político militar diseñada para atrapar a enemigos; también servía como palacio, fortificación, refugio, antes de volverse símbolo.
El movimiento se debe considerar independientemente del motivo gráfico. Kern sugiere que el camino en los siete circuitos tiene una conexión cultural y antropológica; el camino interno, luego el circuito externo con un punto central al que se debe llegar y salir, tienen una metáfora implícita del camino de la vida a la muerte y luego a la resurrección. El círculo, representaría el todo. Este sería un verdadero laberinto de Teseo, donde no hay calles sin salida que engañen al explorador, sólo se trata de un solo recorrido que se dirige inexorablemente al centro, y de allí, se regresa a la salida. Según Humberto Eco, el punto importante consiste en tener al Minotauro en el centro, el terror viene porque uno no sabe dónde encontraremos al Minotauro.
Existe otro tipo de laberinto, cuyo término en inglés es ¨maze¨, y que traduciré tentativamente como ¨maraña¨. Esta tipología es una red, a la que Deleuze y Guattari llaman rizoma. El rizoma, al igual que su concepto análogo en botánica, se constituye de caminos (raíces) que se interconectan, no hay centro, ni periferia, ni salida, potencialmente es infinito. En filosofía rizoma describe entradas múltiples, no jerárquicas y puntos de salida en datos, son su representación e interpretación. Es difícil ver la extinción de un rizoma, ya que siempre uno nuevo está emergiendo. O sea, no es un laberinto en sentido estricto, sino una ¨maraña¨ que admite rutas alternativas.
En paisajismo, el laberinto ha logrado un ¨revival¨ de los antiguos estilos geométricos de jardín; suele diseñarse con una intrincada red de caminos, generalmente cerrada con arbustos, donde no es posible ver el centro. Se utilizan también como caminos ¨sanadores¨ que ayudan a lograr la estabilidad emocional. La persona necesita caminar, sumergirse en él, luchar por encontrar el centro, porque es imposible advertirlo de una sola mirada. Estos laberintos se han construido en prisiones, centros de rehabilitación de drogas, centros médicos y por supuesto en jardines domésticos. Una vez dentro de ellos, la orientación racional de disturba, el iniciado confundido pierde temporalmente su camino para entrar en conexión con la naturaleza.