EL CRISOL – Pascual Mogica Costa
Veintidós días han durado los últimos combates entre palestinos y hebreos, lo de los “últimos” es una forma de expresar un deseo que todos esperamos se haga realidad, en esos 22 días han muerto, víctimas de la barbarie, más de 1.000 personas civiles inocentes, niños, mujeres y hombres y más de 4.000 han sufrido heridas de distinta consideración al propio tiempo que hay que contar el efecto psicológico negativo que ha quedado entre la población palestina de la franja de Gaza. El miedo y el terror sufrido es algo muy difícil de erradicar en las personas que han padecido las consecuencias de un conflicto armado de forma tan directa.
Hace veintidós días, muy poco tiempo, poquísimo, pero mucho tiempo para los que han sufrido directamente las consecuencias de esos combates, esos más de mil civiles muertos y más de 4.000 heridos aún estaban vivos y sin sufrir ningún tipo de daño físico y psíquico. Han pasado de la vida a la muerte sin apenas haber tenido tiempo para pensar en lo que les estaba ocurriendo y las consecuencias que podría acarrearles esa confrontación, tan desigual, armada.
Ahora que las muertes ya no tienen solución, ahora que las heridas físicas y psíquicas tardarán en curar, nos sorprende el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y nos hace saber su “profundo pesar” y “dolor” en nombre de las tropas y del pueblo de Israel, por las “victimas” civiles palestinas que no participaban en acciones terroristas –me pregunto yo a que bando hay que adjetivar como terrorista- y que se convirtieron en “rehenes de los asesinos de Hamás”. No se a quien se puede calificar de asesino, si al que ha producido más de mil muertes o a los que solo, y no intento justificar ninguna muerte violenta, han matado a trece. En ambos casos no existe nada que lo justifique. En cuanto a la afirmación de Olmert, de que Hamás utilizaba a los ciudadanos de Gaza como rehenes, los aviones y tanques de Israel no mostraron escrúpulo alguno al soltar sus bombas sobre esos “rehenes”. Creo sinceramente que estas cínicas palabras de Olmert –no me cabe en la cabeza que las diga sinceramente- nos han recordado a todos esa creencia popular de que, en ocasiones, el cocodrilo llora mientras devora a su víctima.
Hace veintidós días más de mil inocentes estaban vivos y ahora están muertos.