Del homo cooperari al homo alienati
¿Estamos listos a convertirnos en individuos que sostienen, porque lo han vivido, que es posible cambiar, y que caminan por el sendero de una constante revolución personal, sabiendo que de esta forma contribuyen a una nueva sociedad fraternal, justa y libre?
Georges Lasserre
Hubo que recorrer un largo camino histórico para desterrar la esencia del ser humano: su conciencia y naturaleza cooperativa
- Se impuso una conciencia individualista, enajenante, porque se establecieron relaciones de supremacía de unos sobre la dependencia y subordinación de muchos, que ciertamente, enmarañaron el modo de pensar y actuar.
Un elemento se destaca en ese proceso destructivo, la violencia, a la que recurrieron sistemáticamente los opresores de todas las etapas históricas conocidas, iniciado por la época esclavista, cruzando el feudalismo y llegando así al capitalismo en su diferentes fases, precisamente, en los comienzos de este último denominado “Revolución industrial”, surge el cooperativismo como reacción ante ello.
La especie humana se construyó en la cooperación y se fortaleció en grupos, tal como lo hacen muchas especies en su devenir, las jaurías, rebaños, enjambre, cardumen, y así podríamos seguir.
Según muchos diccionarios definen “Tribu”, del latín “tribus”, “es un grupo social primitivo de un mismo origen, real o supuesto, cuyos miembros suelen tener en común usos y costumbres”.
Estas tribus primitivas construyeron culturas que les permitieron cohesión social, y a partir de un método de comportamiento, claramente cooperativo, supieron construir una organización social común.
En el momento histórico arcaico en que una tribu prevaleció sobre otra e instauró un modelo de producción sobre la base de la explotación del trabajo ajeno y su apropiación del beneficio consecuente, se conmovieron toda esa anterior organización de hombres libres.
¿Qué destruyeron los expoliadores?
Atacaron las creencias de cooperación fomentando en cambio la desconfianza, destituyeron la distribución proporcional de los bienes imponiendo la desproporcionalidad y así fundaron la desigualdad social llamada esclavista.
Encontramos entonces, en el transcurrir de los tiempos, el ataque a las creencias solidarias y fraternas que se hizo sistemáticas y multifacéticas en el propósito de instalar en las cortezas cerebrales una lógica individualista y mezquina, se consolidó el vasallaje enajenante en la manera de pensar y actuar.
A través de las empresas de propiedad individualistas inoculan esas visiones que se instalan en el poder político dominante y así se amolda a la población a hábitos, costumbres y puntos de vistas desertores del esfuerzo propio y la ayuda mutua.
Desde sectores, herederos de esos expoliadores esclavistas, insisten en demasía y no faltan imbéciles incorregibles que refrendan el verso de la competitividad y la eficiencia, sumado a la mentira académica de la oferta y demanda y la alegoría literaria de que la riqueza volcada en una copa, cual vino tinto, rebosaría para que todos saboreemos… ¿Qué tal?
El capitalismo se dio a la tarea de crear ficticias divisiones, múltiples divisiones en las sociedades “por eso existen los partidos políticos, nosotros los cooperativistas somos enteros”, solía repetir un médico paraguayo.
¿Por qué no somos eficientes en la justa distribución de la riqueza que se produce con sudores y lágrimas por las grandes mayorías?
La cooperación fundada por los Pioneros de Rochdale, suburbio de Manchester, Inglaterra, en 1844, en realidad organizó la necesidad de reconstruir esa génesis cooperativa de la especie humana desgarrada por la economía de la ganancia.
Restaurar hoy nuestra condición de homo cooperari, es regenerar las relaciones humanas más compatibles, más amigables con la vida misma, con la naturaleza, la economía, es preservar la especie humana y su entorno natural.
Regenerar esa unidad natural de la especie humana y su conciencia cooperativa es esencial para derrotar a la enajenación y porque además ella impide la edificación de la asociación de los hombres libres a nivel mundial.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!