Pues que no sabemos si le está llamando la atención a alguien, si aconseja, amonesta, enseña o previene; o avisa con amenazas. Pero de lo que sí tenemos constancia, es que cada dos por tres esta señora, de oficio Presidenta de la Junta de Andalucía, se lanza a la palestra vociferando “advertencias” a quien ostenta, hoy por hoy, el liderazgo del socialismo español, por los pasos que viene dando para tratar de formar gobierno en este país esperpéntico y cateto donde los haya.
Una cosa es que en confianza se hable de esto y aquello, y otra muy distinta sacar a relucir a voz en grito y ante los demás las carencias (si es que las tiene) del patrón (patrón de una nave que hace ya muchos años no solamente perdió la O, sino el Norte, el Sur, el Este y el Oeste) Y lo que es peor, dando la impresión con estas confidencias públicas –que todo, no se olvide, se lo apunta en una libreta el ciudadano- de que lo único que verdaderamente importa en este cuadrilátero enfangado es comprobar quién tiene la mayor prestancia.
A mi humilde entender, la presidenta debería dejar de lado definitivamente los consejitos de tanto barón almidonado (que lucirían mejor en sus respectivas partidas de dominó) y prestarse a lo que en teoría tendría que importarle más que ninguna otra cosa: el gobierno de la tierra andaluza, que aún no salió ni por asomo del abandono y el empobrecimiento y que sigue exhibiendo la fragilidad de la porcelana en sus pilares más importantes, como son la educación, la sanidad pública o la cultura.
Si en su particular bola de cristal, la señora Díaz ha logrado ver con claridad meridiana el camino que los socialistas deben recorrer, no se entiende muy bien el que siga calentando cuero andaluz y no se decida a abandonar San Telmo sin pérdida de tiempo, atravesar Despeñaperros a la velocidad del rayo, y ponerse al frente del único partido político con solera que hay en España (el puño en alto, y en el puño la rosa más lozana). Porque, de las maneras con las que se muestra, de la forma en la que actualmente se expresa, delante de todos y de todas, sólo cabe deducir el entorpecimiento sistemático para el diálogo, la voluntad de progreso y regeneración democrática que se le viene proporcionando al primer mandatario de Ferraz.