Más cerca del vodevil de baja estopa que del estilo epistolar de alta alcurnia, hoy hemos conocido las cartas que el inefable Ruíz Mateos remitía a Emilio Botín, Presidente del Banco Santander, gracias a que la propia familia de Nueva Rumasa las ha hecho públicas con el objeto de culpar al Banco pero que no hacen otra cosa que retratar el esperpento.
De la loa al insulto velado, de la frialdad al apasionamiento más agrio, las epístolas de Ruíz Mateos ponen bien a las claras el tipo de personaje del que estamos hablando y el tipo de empresario que él encarna, un tipo que, aunque menos que hace unos años, todavía sigue existiendo en nuestros días, hombres hechos a sí mismos que derrochan arrogancia, sectarismo e incapacidad gestora.
Un tipo de empresario que lastra el desarrollo económico de España, todavía anclada en la gestión personalista y obsoleta del ‘mandamás’, sin haber entrado en otras versiones de gestión transversal, apoyando el status quo en lugar de la persecución permanente de la mejora de la productividad, y dejando pasar el tren de los tiempos por el mero hecho de no entender la ecuación que se les presenta.
Ruíz Mateos, y su familia, a la que no podemos exculpar, por lo menos a sus hijos varones, inmejorables, como él mismo dice en una de sus cartas, tienen plena responsabilidad en la ruina de todas las empresas que controlaban, engañaron a los inversores que cayeron en la trampa de los pagarés, supuestamente con fines inversionistas aunque luego fueran utilizados como huida hacia adelante, e intentan hacer de la demagogia virtud en pos de un apoyo mediático y social que no van a conseguir, porque la sociedad española ha madurado y ya sabe quien es quien.