Ciencia

Las ciencias se unen para estudiar los orígenes de la cooperación humana

Entender por qué somos cooperativos se considera esencial para saber hacia dónde vamos como especie. Con este fin han decidido aunar esfuerzos disciplinas tan diversas como las matemáticas, la economía, la primatología y la física. Expertos en estas materias han participado en un ‘workshop’ organizado por el Instituto Catalán de Paleoecologia Humana y Evolución Social (IPHES).

Un individuo no puede obtener por sí solo todos los recursos para sobrevivir. Para ello necesita la colaboración de sus congéneres. Así, unir la propia acción o influencia a otros para producir cierto resultado, sea en beneficio propio o no (altruismo), en el seno de las comunidades, puede ser ventajoso para la especie, y es en esa cohesión social donde podemos hallar los orígenes de la tecnología y su socialización.

Eso lo entendieron ya, por ejemplo, los homínidos que poblaron la Sima de los Huesos, en Atapuerca, hace 500.000 años, donde un individuo con graves limitaciones físicas llegó a anciano; sin el cuidado de sus congéneres no hubiese vivido tanto tiempo. ¿Pero cuáles son los mecanismos que conducen a los humanos a adoptar actitudes de este tipo? ¿Nos comportamos de determinada manera porque realmente lo sentimos así o por presión social?

Son algunas de las numerosas cuestiones que se han planteado en un workshop celebrado recientemente en Tarragona, organizado por el Instituto Catalán de Paleoecologia Humana y Evolución Social (IPHES), junto con el profesor Á€lex Arenas del Departamento de Ingenieria Informática y Matemáticas de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona (URV) y Anxo Sánchez, profesor del Grupo Interdisciplinar de Sistemas Complejos de la Universidad Carlos III de Madrid, con el fin de abordar de manera transdisciplinar este tipo de preguntas.

Este workshop forma parte de del grupo de trabajo «Physics of Cooperation and Conflict», liderado por el profesor Peter Richmond del Departamento de Física del Trinity College de Dublín, financiado por una Acción COST de la European Science Foundation, en su WG4 titulado “Evolution and co-evolution”, y coordinado por Anxo Sánchez.

Uno de los objetivos es averiguar cómo la tecnología ayuda a la socialización y viceversa. “La palabra clave es la coevolución”, asegura Sánchez. “Al haber más tecnología la gente puede dedicar más tiempo a actividades sociales, las cuales a su vez difunden la tecnología. Intentar entender los mecanismos por los cuales se da ese proceso es lo que queremos conseguir”, añade.

Cuestión de comunicación

Por ejemplo, “pienso en los homínidos del pasado que podían enseñarse entre ellos a elaborar herramientas de piedra. Cuantos más lo saben hacer, más rápido se puede llevar a cabo una tarea. Así pues, un primer paso en la socialización de la tecnología es que te deja más tiempo para dedicarte a otras actividades, y esto es crucial”, explica Sánchez. En esta línea, “lo interesante es identificar los mecanismos que hay en la base para que esto sea así, y que sin duda alguna es un éxito evolutivo”, añade.

Uno de estos mecanismos es la comunicación. Por ello es imprescindible saber cómo aparecen los lenguajes, su dinámica y posterior desaparición. “Todo esto está relacionado también con el prestigio social y con cuántas personas puedes hablar, cómo interaccionan entre ellas…”, observa Anxo Sánchez. Son ingredientes que analizamos desde distintos campos como la arqueología, la primatología, la sociología, la economía, la biología, las matemáticas o la física, por citar sólo unos ejemplos de las numerosas disciplinas que pueden tomar parte y que están representadas aquí”.

Pero hoy en día el problema es entender la cooperación a gran escala. El hecho de que tengamos la sociedad actual involucra a millones de personas, a las que no conocemos de nada, lo que exige un nivel de comportamiento cooperativo distinto de cómo lo haríamos con un amigo o un pariente cercano.

“Se trata pues de entender cómo surge una estructura social que da lugar a que podamos tener una sociedad con división del trabajo, compleja, en la cual nadie puede vivir sin algo de los demás, sea tangible o no. Yo no produzco comida, pero alguien tiene que elaborar lo que yo como. Y a su vez, la tecnología en este caso, redes sociales como Facebook o Twitter, aún transforman más esa realidad, llevando el problema a una escala que se nos escapa de las manos”, comenta.

¿Qué quiere decir eso? “Seguramente estemos utilizando todavía comportamientos que desarrollamos evolutivamente cuando vivíamos en grupos pequeños y eso ya no es así. Necesitamos conocer cuánto está cambiando nuestro comportamiento por esto, cómo aparecen nuevas formas de cooperación, o desaparecen, pues lo ignoramos y es fundamental para saber dónde podemos ir”, aclara Sánchez.

Modelos para predecir tendencias

Con vistas a este fin los físicos y matemáticos pretenden establecer modelos con los que predecir tendencias de las sociedades, entender los problemas y simplificarlos para intentar aislar unos mecanismos de los otros mediante análisis matemático y simulaciones por ordenador, para ver cuáles tienen más influencia, y así separar lo que es relevante de lo que no. De esta manera, los modelos, contrastados a su vez con la evidencia tanto fósil como de experimentos sociales, contribuyen al entendimiento de la evolución social con una perspectiva nueva y complementaria al trabajo de campo.

Por lo que se sabe hasta ahora, parece que a lo largo de la evolución humana cooperación, innovación tecnológica y conflicto andan juntos de la mano, porque en las interacciones humanas hay grupos e individuos con planteamientos distintos: cada uno defiende lo suyo, tanto entre grupos como dentro de un mismo grupo, lo que conduce a veces a que ciertos comportamientos prevalezcan sobre otros y mientras unos cooperan para desarrollar proyectos, otros desaparecen.

De hecho son términos complementarios: “Para que alguien pueda tener éxito alguien debe fracasar y el que no hace las cosas de la mejor manera posible, ahí se queda. Esto es darwinismo puro y duro. Lo que pasa es que a nivel humano es muy importante la dinámica grupal porque puede haber cooperación y eso ayuda a avanzar y a superar la selección natural, como cuando se da apoyo a individuos más débiles o enfermos”, dice Anxo Sánchez.

En este sentido, según Ignasi Pastó, coordinador local del workshop, “desde el IPHES se pretenden promover este tipo de encuentros internacionales e investigaciones de gran relevancia para la comprensión de los procesos del presente y la prospectiva de las tendencias del futuro. El estudio de la evolución social del pasado resulta de gran importancia para comprender el camino de la hominización y el conocimiento de los mecanismos actuales puede contribuir a proyectar nuestra futura humanización”.

Fuente: IPHES

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.