Determinadas propuestas dietéticas son altamente perjudiciales para la salud.
Todos conocemos ciertas dietas de moda de las que últimamente se habla, al menos los que alguna vez hemos estado interesados en esos temas.
Sin nombrar personas (ni animales, ni cosas), sólo diré que hay una en concreto que se basa en la teoría de que, si nos alimentamos a base de proteínas, adelgazamos. Se sobreentiende que para ello, nuestra dieta ha de estar básicamente constituida de carne, cárnicos, pescado y productos del mar y huevos, ya que el resto de los alimentos que entran dentro de la natural y variada dieta omnívora humana, contienen porcentajes de hidratos de carbono, los cuales se han venido considerando como «demonios de la alimentación» desde que alguien dijo que las medidas femeninas debían ser algo así como 90-60-90 y determinadas compañías de seguros interesadas en beneficios económicos, realizaron unas estadísticas relacionadas con el peso y la salud.
Peso y salud. ¿Realmente saben lo que están diciendo? En realidad, las enfermedades no se desencadenan con el sobrepeso, sino con los hábitos dietéticos perpetuados en el tiempo y la falta de ejercicio físico. El sobrepeso es otra consecuencia más de esta situación, pero es que siempre lo dicen todo al revés. «El sobrepeso se asocia con determinadas enfermedades que…». ¿Seguro? El sobrepeso es una consecuencia de los hábitos erróneos, como lo son determinadas enfermedades. «El estrés y el sobrepeso están relacionados y…». No me lo creo. El hecho de que en nuestras sociedades se haya difundido la canción del estrés y que haya un aumento del sobrepeso y obesidad, no quiere decir que se relacionen directamente. El nivel de estrés es totalmente subjetivo, ¿o es que andamos todo el día con un estresómetro puesto? Es como decir, «el consumo de pan en España disminuye cada año, mientras que aumenta el sobrepeso y la obesidad, por tanto, no comer pan se relaciona con el aumento de peso». A todo el mundo le parecería una afirmación garrafal, pero tiene más sentido considerar que por culpa de ciertas tendencias dietéticas a través de las cuales nos quieren quitar los hidratos de carbono de la alimentación, empleemos mecanismos de defensa que nos conducen a una ingestión desordenada de nutrientes y al aumento de peso. Por lo tanto, a lo mejor no va tan desencaminada la afirmación de que «no comer pan se asocia con el sobrepeso», mientras que relacionar directamente sobrepeso y enfermedad o estrés y aumento de peso, no es tan inteligente, ya que entonces todos los estresados serían obesos y toda la gente con sobrepeso estaría enferma, cuando esto no es así. Sin embargo, todas las personas que se quitan o han quitado los hidratos alguna vez, tienen problemas para mantener un peso saludable a lo largo de su vida. Lo que pasa es que con poner delante de todas esas afirmaciones aquello de que «un estudio científico dice que», ya nos lo creemos. Aunque la ciencia no la veo por ningún lado, porque la característica más importante del pensamiento científico es el escepticismo y, en estos casos, lo que se observa son muchos prejuicios, demasiadas cancioncillas trasnochadas que no sirven absolutamente para nada, más que para confundir y/o alarmar a la población.
Pero, ¿qué más da? Toda esta confusión les viene como anillo al dedo a los «vendedores de dietas», ya sean especialista o establecimientos especializados. Si estos productos funcionasen realmente, al final se quedarían sin mercado, porque todo el mundo conseguiría alcanzar un peso saludable y ya no necesitarían consumir más dietas para bajar de peso. Pero la realidad es que, cuanto mayor es el mercado de la dietética del adelgazamiento, más sobrepeso y obesidad hay en los países desarrollados.
Soy de esas personas que practicó todas las dietas habidas y por haber desde una edad muy temprana (8-9 años), ya que el sobrepeso y la obesidad me han acompañado durante toda la vida. Nunca he tenido problemas de salud por el exceso de peso, que era cuando comía de todo y estaba mejor, pero sí los he tenido por culpa de una alimentación desequilibrada, debido a la práctica absurda de todo tipo de dietas (proteicas, disociadas, hipocalóricas y un larguísimo etcétera). Cada especialista me prescribía una forma de alimentación distinta y todos, en mayor o menor medida, actuaban como dictadores de la nutrición. Si no cumplía con todas y cada una de las reglas, el fracaso estaría servido en bandeja (y lo estaba). Hasta que un día me planté y me dije: «¡basta ya de que me tomen el pelo!». Siendo Técnico en Nutrición, tenía los conocimientos necesarios para que no me siguiesen timando aquellos que consideraba autoridades en la manteria porque tenían estudios superiores a los míos. Así que diseñé una herramienta (no una dieta), un utensilio práctico, flexible, sin imposiciones ni dictados y que no me marginase social y culturalmente, con el que poder llevar una alimentación saludable sin privarme de lo que me gusta y sin cambios drásticos que no se podrían prolongar en el tiempo.
Lo que me sirvió a mí podría servir a muchas otras personas. Es lo que intento con mi libro «El fin de la dictadura dietética«. Pero no pretendo que mi herramienta sea única, unilateral ni la panacea. Más bien albergo la esperanza de que se empiecen a crear más métodos o mecanismos inteligentes para que las personas no estemos tan perdidas y bombardeadas por mensajes contradictorios, estudios «científicos» y contraestudios, afirmaciones y desmentidos, que nos hacen andar a ciegas en lo referente a la alimentación y la salud. Y sobre todo, que no teman tanto a la libertad de los demás, libertad para hacer lo que queramos: comer y vivir como nos dé la gana y encontrar el bienestar y la felicidad como mejor podamos. El miedo de los especialistas a la libertad de los usuarios de sus métodos dietéticos, es lo que los hace estar siempre equivocados.