Hoy mismo observo, atónito, un contraste enorme entre dos propuestas de medidas, casi con las mismas intenciones, pero elaboradas con diferencias enormes de enfoque. Una, proviene del país transalpino, otro de los castigados duramente con la crisis de la deuda y donde los gobiernos bailan al son, como antaño en España, del quita y pon, el desacuerdo y el pacto de urgencia y necesidad. El caso es que Matteo Renzi, ahora primer ministro de Italia, anuncia una bajada de impuestos neta -es decir, sin subir otros- a los trabajadores con rentas inferiores a los 1.500 euros, al que, según las fuentes, augura afectar a unos 10 millones de personas. Y no sólo eso. Además, quiere crear algún plan para abaratar la factura energética a las PYMES, siempre necesitadas de bajadas en el precio de los insumos. Hasta aquí bien. Parece una reforma expeditiva, contra el socialismo generalizado en la Unión Europea que ataca a base de impuestos y expolio fiscal. Menos da una piedra. Tome note Rajoy de esto, que es bueno, y no de lo malo, de lo que tan hartos estamos.
Al mismo tiempo leo que el PSOE propone algo respecto a la energía, sí. Quieren no dejar a nadie sin energía en su casa debido a este empobrecimiento energético, con efectos como una llamada «indigencia energética». Recordemos que el horno no está para bollos, la famosa subasta de principios de años anunciaba una subida enorme cortada por el ministro Soria acusándola de fraudulenta. Después, se demostró que no lo fue, pero, a pesar de ello, intervino el precio y demoró la subida -como verás ustedes- en los próximos tiempos mientras él salvo el cuello presentándose como el salvapatrias. Pues bien, «El PSOE propone prohibir los cortes de luz y gas en caso de impago» para solucionar estos problemas. Sin embargo, este arrebato voluntarista no sólo no sería eficaz, sino también enormemente perjudicial e injusto y déjenme que me explique. Si no se añade nada más, me pregunto, ingenuamente ¿por qué habría de pagar nada si no me lo pueden cortar? Cierto, la honestidad. Pero ese valor palidece cuando la necesidad apremia y es que son pocos los ‘sobraos’ hoy día. Aún más, puedo pensar que si ellos me roban por todos los lados, no estaría de más hacer algo de trampita «legal» para equiparar daños y perjuicios ¿no? Ese es el problema. Estas propuestas nos justifican no pagar por las cosas o, lo que es lo mismo, obligar a que el estado nos «embargue» más dinero vía impuestos para pagar las cosas. Además, lo criminal es que si tanto importan los pobres -claro que les importan, crean miles a diario-: deberían bajar los impuestos y otras cargas sobre el recibo de la luz que son nada menos que el 60-65% de la factura. O sea, en la mano de los políticos está el bajar ese porcentaje de la factura haciendo, pues, tan accesible la energía que sería ridículo devanarse los sesos por este tema. Pero no, jaja. Hay que sacar de todos sitios y después si os «damos» algo, somos los salvadores.
Y en el tema de los trabajadores, turno de Rajoy. Á‰l ha suscrito alguna medida como incrementar el mínimo exento de IRPF para 2015, pero los efectos sólo, que tengamos constancia, serían sobre 400.000 trabajadores y por un monto mínimo anual. Lejos de los 10 millones de los italianos. También, su «generosa» ayuda a la creación del empleo es tan restringida y absurda porque la rebaja en la Seguridad Social solo es a los nuevos y solo por dos años que el único efecto esperable se contabiliza en: a las empresas que iban a contratar independiente de la medida, genial. Al gobierno, buena cara y algo de crédito.
La comparación es evidente. Las pocas medidas de los italianos van al clavo, al ojo el mal, donde yace la cuestión. Afectan a más gente y no son meros parches. Aquí, sin embargo, vemos un populismo atroz donde las buenas intenciones pretenden captar votos porque, aunque no salgan resultados, siempre la culpa es de otros. Y es cierto, no es que Italia sea el centro de la pulcritud política, ejemplo de buen gobierno, porque es todo lo contrario pero cuando hay algo en el horizonte de la nulidad, páramo fatal de desdichas, horror de las esperanzas, algo «notable», ¡debe de decirse! Y hay que decir que todavía existen las buenas políticas.