El pasado sábado la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) sacaba a las calles de medio centenar de ciudades a sus simpatizantes.
En la manifestación de Madrid intentaron unirse, al final del recorrido, Juan Fernando López Aguilar (eurodiputado del PSOE) y Beatriz Talegón. Beatriz es la chica que hace unos dÃas les cantó las cuarenta a sus compañeros de la Internacional Socialista en la cumbre de Cascais, por debatir sobre socialismo desde un hotel de cinco estrellas, habiendo llegado a la cita en vehÃculos de alta gama.
Pues resulta que la gente está hasta los cojones. El hartazgo hacia la clase polÃtica es te tal envergadura que los polÃticos ya no se atreven a encabezar las manifestaciones ni los movimientos sociales. Acuden de tapadillo, avergonzados, abochornados por no haber sabido actuar a tiempo, desconcertados porque la sociedad civil se les ha adelantado y empieza a sacarles los colores.Â
Y resulta que cuando los desahuciados, los desalojados, los expulsados, han visto el tupé de López Aguilar y la belleza de Beatriz, han comenzado a abuchearlos, llegando, incluso, a zarandearlos. La policÃa ha tenido que actuar y protegerlos, preocupados al ver las lágrimas rodar por el hermoso y joven rostro aturdido de la tierna Beatriz. Alguien ha gritado de fondo aquel lapidario adagio que dicen pronunció la sultana Aixa, madre de Boabdil, último rey nazarÃ, al abandonar Granada, tras su rendición: “llora como mujer lo que no supiste defender como hombreâ€.
   La desafección de la ciudadanÃa con la clase polÃtica es total. No hay más que ver, mes tras mes, las encuestas del CIS que la sitúan, junto con el paro y el deterioro de la economÃa, como uno de los tres principales problemas actuales para los españoles. Quien sembró vientos solo puede recoger tempestades. Quien se cruzaba de brazos mientras las multinacionales hacÃan su agosto no puede esperar aplausos. Quien pecó de indolencia, a quien no se le quebró el corazón, quien no se conmocionó ante el desalojo de cientos de familias por parte de las prepotentes entidades financieras no puede pensar que cuenta con la complicidad de la sociedad. Quien no exigió a la banca, al poder financiero, a las multinacionales y a los oligopolios solidaridad para con los más necesitados, para con los españoles que tanto están padeciendo esta crisis generada, precisamente, por esas mismas entidades, no va a recibir más que repudio y desprecio. Quien tenÃa y tiene en sus manos el poder legislativo para atajar la sangrÃa que vive la ciudadanÃa y no actúa, no puede asombrase por el vilipendio y la repulsa social.
Cuando todo haya caÃdo, cuando el latrocinio y el expolio hayan supuesto la ruina de millones de españoles, cuando justicia sea sinónimo de atropello y parcialidad y, al fin, cuando el paÃs se haya despeñado por el abismo del más cruel de los capitalismos jamás conocidos, sin que los polÃticos hayan movido uno solo de los resortes con los que contaban para detener el holocausto social, entonces, solo entonces, querrán acompañar a las miserias de lo que haya quedado. Y entonces se sorprenderán por la incomprensión o por el abandono al que se vean abocados.
Aún están a tiempo, porque aún pueden aplicar, con toda la contundencia que la situación lo requiere, el artÃculo 128 de la Constitución: “Toda la riqueza del paÃs en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general… / … Mediante Ley se podrá… / … acordar la intervención de empresas cuando asà lo exigiere el interés generalâ€.
Ha llegado el momento de que la clase polÃtica actúe enérgicamente, ha llegado el momento de que nuestros representantes decidan en qué lugar de la partida se sitúan y se conviertan en valedores de la justicia y en los protectores del interés general de los españoles frente a los poderes financieros. De no ser asà no serán suficientes, para defenderlos, ni la policÃa ni todas las fuerzas armadas juntas.
De no ser asÃ, las lágrimas de la joven Beatriz entrañan el sabor de un mal presagio. Al tiempo.