Sociopolítica

Las literaturas parricidas

La muerte del padre desde los primeros tiempos de la literatura hasta nuestros días, ha sido, y es, un ejercicio recurrente en los escritores y escritoras de todo el mundo. La inspiración por la muerte, sí, ¿pero tiene que ser por la muerte del progenitor? ¿Los escritores y escritoras se convierten en parricidas para lograr el éxito literario? ¿Es eso válido? ¿Es válida tan siquiera la pregunta? No lo sabemos. Los límites, eso sí, de los temas literarios son inabarcables, innumerables. En literatura no hay temas tabú. En la religión, en cambio, sí. Por citar dos casos, sobre este tema, mencionaré las novelas «Los seres felices» y «Sukkwan Island» de Marcos Giralt Torrente y David Vann, respectivamente. En estas dos novelas la muerte del padre es el epicentro de estas historias. La muerte del padre, en sus diversos motivos y temporalidades, es una especie de parricidio literario. Puedes hacerte rico o seguir siendo pobre con la novela que escribas. Eso es lo de menos. Además eso al padre muerto no le importará. Lo que sí es realmente importante es el resultado de escribir sobre la muerte del padre. Y cómo hacerlo. Con la madre se puede ser tierno, melancólico, nostálgico, humano. Pero con el padre la historia tiende a ser vertical. Desde luego ya lo decía Freud, con el complejo de Edipo y Electra. En estos casos, entonces, sería la cuestión a debatir el tipo de relación que tuvieron los escritores  con sus padres. Porque lo previo, lo anterior, será una consecuencia literaria que, finalmente, se convertirá en una novela. La muerte del padre además de vertical, tiende a ser más dura, más concreta. Casi no hay poesía que se note a primera vista o con facilidad. Quizá por eso los novelistas recurren a ella con tanta frecuencia. Aunque no debemos olvidar que el componente sentimental o emocional también influye en este tipo de novelas. Y la memoria, que tanto nos ha dado, será, pues, quien distribuya los recuerdos, y esos recuerdos se trasladarán a las páginas.

Nos gustan las novelas parricidas porque todos tenemos o hemos tenido un padre. Da igual si lo conoces o no; si eres adoptado, hijo ilegitimo o no reconocido. La figura paterna es conmovedora. Pero también está envuelta en una serie de contradicciones, de contrastes. El padre ejemplar, el padre viudo que se hace cargo de los hijos, él solo, se ve cada vez menos. O no se lleva a la literatura y al cine; pero sí la imagen del padre irresoluble, dubitativo, incierto. Y cosas peores se podría añadir, pero prefiero dejarlo así, para no herir susceptibilidades. Que las hay. No obstante, esa no es la finalidad de este artículo, sino dialogar sobre este tema tan apasionante. Hay quienes sarcásticamente hablan sobre la muerte del padre como si de una broma de humor negro se tratase. Pero no es el caso. Lo que queremos averiguar es qué hay en esos rincones en el alma del escritor que le mueva a escribir sobre la muerte de sus progenitores. Yo no sé si lo haría. Quizá dentro de unos años, o décadas, podré responder a esto, pero ahora no. Lo que puedo hacer es acercarme a la orfandad literaria que mueve a estos novelistas a escribir sobre algo tan doloroso. O no. Porque quizá, además del dolor, o sin él, no haya nada, o lo que sientan no tiene nada que ver con el dolor típico que sentimos cuando se va un ser querido. A saber. La historia de la literatura está enraizada en el misterio del escritor o poeta y sus personajes, y sus historias. No sabemos nada de los escritores. Acaso solo una mera aproximación en sus memorias, o en los libros sobre sus vidas que se escriben y se venden en las estanterias de los supermercados. Qué mas da. Nos quedan los libros. Parricidas o no, nos quedan los libros para aproximarnos a ese universo conformado por el novelista y su padre.

 

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*Imagen google.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.