Atrás quedaron los tiempos en los que el voto de austeridad venía tras el de castidad, ahora, perdido oficiosamente el segundo, el primero ha quedado, por lo visto, para el clero de carrera y de cierta honestidad ética, no sólo consigo mismos sino con la religión que profesan.
Hoy hemos amanecido con la noticia de que han robado un millón y medio de euros de un convento de clausura, un millón y medio de euros guardados en bolsas de basura y en billetes de quinientos, ríete tú de las tramas de corrupción de Marbella, un dinero que nadie sabe de donde proviene, dicen que de los dulces que preparan las monjitas, y de los lienzos que venden porque una de ellas tiene un talento divino, nunca mejor dicho, un dinero que pueden haber ganado lícitamente, no lo pongo en duda, pero ¿para qué lo guardaban?
Debe de tratarse de algún nuevo plan de austeridad dentro del seno de la Iglesia católica, ¡la que está liando Zapatero con sus ocurrencias!, apuesto a que Rouco ha mandado una circular a todos los establecimientos eclesiásticos y monásticos para guardar todo el dinero posible por si vinieran mal dadas en el futuro y al Gobierno de turno le diera por retirar los privilegios de los católicos en España, por desgracia para la libertad e igualdad de culto, la existencia, que no la retirada, porque de otra forma no se entiende tamaña capacidad de acumulación de capitales.
Pero no podemos permitir que el chascarrillo nos oculte el esperpento que esta situación desenmascara: Un grupo de monjas de clausura acumulando dinero cuando cada vez más ciudadanos pasan necesidad, cuando hay decenas de países que no pueden, o no quieren, alimentar a su sociedad, cuando el mundo está como está, y no quiero caer en la demagogia que este hecho me pone en bandeja, sino constatar una realidad que nadie, ni el más hipócrita de los curas, me podrá negar.