Nature ha publicado esta semana un especial titulado Women’s Work que habla de lo mucho que queda por hacer para lograr la igualdad de género en ciencia. Este número cuenta con un artículo de la investigadora española Isabelle Vernos, que cuestiona el modelo de discriminación positiva mediante cuotas. Su grupo en el Consejo Europeo de Investigación (ERC) busca ahora otras alternativas.
El número especial de Nature dedicado a situación de la mujer en el ámbito científico cuenta con un artículo suyo en el que cuestiona si las cuotas de género son útiles. ¿En qué argumentos se basa?
Yo me limito a hablar de las cuotas en el ámbito de la ciencia. En otros entornos pueden ser adecuadas, las cuotas producen un efecto inmediato, y contribuyen a romper un patrón que está estancado; pero en ciencia hay que considerar ciertos aspectos antes de aplicarlas. Los científicos tenemos que dedicarle mucho tiempo a nuestra investigación, tiempo para leer, pensar, resolver los problemas de laboratorio, estar concentrados. Evidentemente, también debemos contribuir a desarrollar el entorno científico, participando en paneles, comités, etc. Puesto que actualmente en todos estos comités y paneles hay muchas menos mujeres, un sistema de cuotas obligaría a que, por ley, estas mujeres tuvieran que participar de forma muy intensiva, lo cual iría en detrimento de su actividad científica.
Usted trabaja en el Consejo Europeo de Investigación (ERC). ¿Cómo afrontan en la institución la discriminación de las científicas?
En el ERC estamos muy preocupados porque el porcentaje de éxito de las mujeres es inferior al de los hombres, y hemos hecho muchos estudios para saber qué ocurre. En uno de ellos analizamos el número de mujeres en los paneles de evaluación de la investigación, para saber si equilibrando la proporción masculina y femenina los resultados también se igualarían, pero no encontramos ninguna correlación. Es decir, no es ni bueno ni malo que en estos paneles haya más o menos mujeres. Si por ley se impusieran cuotas, no cambiaría el porcentaje de éxito de las mujeres que se presentasen y, en cambio, generaría una enorme presión sobre las que participaran en los paneles. Creo que hay que contemplar otras medidas que quizás por sí solas no tienen un efecto notable pero conjuntamente sí.
¿Como cuáles?
Tenemos que analizar en profundidad qué está pasando. Por ejemplo, las mujeres tienden a ser muy críticas consigo mismas, les falta confianza en sus posibilidades y hay pocas que se presentan a los programas competitivos. En otros países han funcionado muy bien los programas de mentoring o asesoramiento para ayudar a las científicas a autoevaluar su nivel y presentarse en una promoción. Muchas de ellas, al principio, pensaban que no estaban al nivel adecuado, pero en la valoración externa se comprobaba que sí.
En su artículo, usted hace referencia a dos estudios en los que se que el sesgo discriminatorio se produce tanto por parte de hombres como de mujeres.
Portada de la revista ‘Nature’
Así es, en el artículo cito dos estudios que tratan de dilucidar por qué el porcentaje de éxito de las mujeres en los programas competitivos es inferior al de los hombres. Uno de ellos es el llevado a cabo por la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO, por sus siglas en inglés). En este estudio se valoraron las solicitudes para becas postdoctorales sin revelar si eran de hombres o mujeres, y, como resultado, los solicitantes varones salían mejor parados. En nuestro esquema social valoramos más cierta forma de presentación del tipo masculino. Es un problema social y de educación, porque ese sesgo, consciente o inconsciente, lo tenemos tanto hombres como mujeres.
¿Y de qué trata el otro trabajo que cita en Nature?
En el otro estudio, publicado en PNAS, se presentaron a jefes de laboratorio solicitudes para una plaza. Todas ellas eran muy parecidas pero algunas tenían nombre masculino y otras, femenino. También los hombres obtuvieron mejores valoraciones: los evaluadores los consideraron más competentes, estaban dispuestos a ofrecerles un salario mejor, a impulsar su carrera dentro del laboratorio y, además, esto no dependía de si el evaluador era un hombre o una mujer. Todos estamos condicionados culturalmente. Es importante ser conscientes de que existe este sesgo incluso entre nosotras.
También habla de algunas medidas que se han implementado en el ERC…
Sí. Por ejemplo, como hay un tiempo limitado para la presentación de la tesis, se ha ofrecido una ampliación por cada hijo nacido después de comenzar el doctorado, y se ha dado un generoso año y medio para facilitar que quienes hayan tenido hijos dispongan de más tiempo para demostrar su capacidad y lograr éxito dentro del programa.
También hemos revisado muy detenidamente los documentos de solicitud. Antes había un apartado de autoevaluación, en el cual el candidato podría explicar su currículum y destacar sus contribuciones más importantes. Está comprobado que en este apartado los hombres siempre quedaban mejor. Las mujeres son buenas para evaluar a los demás pero respecto a sí mismas son muy modestas. Ellos se creen que son ‘la bomba’ y las mujeres son más críticas consigo mismas. Decidimos eliminar completamente esta sección.
¿Han visto mucho desequilibrio en el número de publicaciones?
Sí, otra cuestión que se ha constatado es que los hombres suelen tener un mayor número de artículos publicados que las mujeres, aunque no de mejor calidad. Para que el número en sí mismo no condicione la percepción del evaluador, hemos limitado el número de publicaciones que cada candidato puede incluir en su documento de solicitud y hemos pedido que seleccione las de más impacto, hasta un máximo de cinco.
Parece todo muy complicado.
Es un problema complejo y con muchos parámetros, pero no creo que la cuota sea la solución porque comprometería la producción científica, que es lo que nos interesa.
¿Las medidas puestas en marcha en el ERC están teniendo ya resultados?
Las medidas son recientes, empezamos en 2010 y todavía hay que esperar para ver resultados En el grupo de trabajo de igualdad de género hemos recopilado un montón de datos y ahora estamos diseñando nuevas medidas. Lo que nos preocupa es que la evaluación dentro del ERC sea lo más objetiva posible y detectar si hay cualquier señal de que las evaluaciones no están siendo equilibradas.
¿Y cómo lo hacen?
Estamos trabajando en un estudio llamado Career path en el que se analiza el camino de un investigador desde que empieza a hacer la tesis y se presenta para obtener una ayuda ERC. Hemos pedido a los evaluadores que tengan en cuenta las trayectorias no convencionales y no descarten a nadie que haya estado fuera del mundo laboral durante un año porque haya tenido un hijo, una enfermedad o un problema familiar, sino que evalúen en detalle su capacidad y, sobre todo, el proyecto que presenta. Habrá que esperar para ver qué sale del estudio, que podrá beneficiar tanto a hombres como a mujeres.
El otro estudio que se va a iniciar es un análisis del proceso de evaluación del ERC para ver si hay algún factor en la forma de presentar las solicitudes que introduzca un sesgo en la valoración. A nosotros mismos nos ha sorprendido saber que tenemos ese sesgo sin saberlo. Queremos paneles más equilibrados, y para conseguirlos hay que reflexionar.
Así que cree que hay un montón de estereotipos que hay que combatir.
Los estereotipos son tremendos. ¿Ha visto la campaña que lanzó la Comunidad Europea “Ellas también investigan”? Fue horrorosa, es una forma de mostrar el estereotipo que está totalmente fuera de lugar. Otro mal ejemplo son los grandes diccionarios donde se habla de los científicos famosos y en los que se tienden a explicar con un montón de espacio y detalle las contribuciones de los hombres, mientras que las mujeres tienen un parrafito de nada. Puede parecer una nimiedad pero también es importante.
¿Conoce la iniciativa de la de la Royal Society para mejorar la Wikipedia con biografías de mujeres científicas?
Sí y me parece una buena idea. Atene Donald, una de las impulsoras de la idea, se acaba de incorporar al consejo del ERC para trabajar con nosotros.
Ana Hernando
SINC