El señor Ruíz Gallardón con el argumento rebuscado y descontextualizado de que existe una: «violencia de género estructural por el mero hecho del embarazo”…de que “El legislador no debe ser indiferente a la situación de muchas mujeres que ven violentado su derecho a ser madres por la presión que ejercen a su alrededor determinadas estructuras”…y de que “Ninguna mujer debería verse obligada a renunciar a la maternidad por un conflicto familiar, laboral o social.”…, Gallardón, decía, como el orangután de la manada que dándose fuertes golpes en el pecho convoca a toda la tribu de orangutanes, reconquista el derecho de dominio del hombre sobre la mujer.
Hasta ahora no nos habíamos enterado de que las mujeres cuando abortan, y desde luego las mujeres de 11, 12, 13, 14, 15… años, lo hacen por razones de “opresión estructural”. Creíamos, porque así lo contaban ellas, que tomaban esa decisión sencillamente porque, siendo libres, decidían ejercer o no la capacidad potencial de ser madres. Sin que por dejar de ser madres dejaran de ser mujeres. Por la sencilla razón de que para ser mujer no es necesario ser madre.
De violencias estructurales podíamos hablar y mucho puesto que durante siglos la mujer ha sido oprimida como madre. Oprimida por la estructura patriarcal. Oprimida por la estructura clerical y religiosa. Oprimida por la moral autoritaria, patriarcal, antifeminista y homófoba. Oprimida por la familia autoritaria. Oprimida por las monarquías absolutistas, dictaduras y regímenes totalitarios como: el nazismo, el fascismo, el franquismo, el salazarismo, el pinochetismo…curiosamente todos ellos con concordatos firmados con la Iglesia católica a la que confiaban la protección de la familia y de la mujer como madre.
Regímenes, todos ellos, que por compartir una misma ideología monoteísta y totalitaria idealizaban a la mujer como madre; pero no la dignificaban porque la mujer alcanza la dignidad cuando, como el hombre, conquista la libertad. Y la ejerce.
Habla el señor Gallardón “del derecho a ser madre”. Mire, la maternidad no es un derecho es una capacidad potencial que las mujeres tienen y pueden ejercer si quieren y cuando quieran. Y no puede ser un derecho por la sencilla razón de que fueron esos regímenes citados y esas ideologías monoteístas y totalitarias las que han idealizado a la mujer como madre o paridora. No puede ser un derecho porque en esos regímenes no existían derechos, sólo existían obligaciones impuestas por la moral clerical y ejecutadas, bajo amenaza carcelaria, por el Poder. Curiosamente allí donde fueron desapareciendo esos regímenes la mujer empezó a ejercer como mujer de derechos y no como madre porque, entre otras razones, dejó de ser madre o redujo la camada a la mínima expresión. La natalidad no ha dejado de descender allí donde la mujer se siente libre. De manera que en la misma proporción en la que fue rechazando ser idealizada como madre fue descubriendo el placer, la sexualidad. Y esta no ha dejado de ejercerla sin dejar de ser mujer y sin vincularla en ningún caso con la maternidad. Y todo ello sin adquirir ningún sentimiento clerical de culpa.
De un tiempo a esta parte en la selva sólo se oye el sonido del tam tam convocando a la democracia cristiana a movilizarse contra los derechos individuales. Y lo más divertido es que hasta tratan de elaborar rebuscados argumentos para aparentar que son, si no progresistas, al menos demócratas. Demócratas cristianos ¡sí!, pero es que la doctrina cristiana si algo tiene claro es que, como decía Santo Tomás de Aquino, citando la Biblia, Corintios 14,34-35 y Timoteo 2,11-15, la mujer debe tener prohibido tener autoridad sobre los hombres porque: 1) el sexo femenino no puede significar eminencia de grado ya que es biológicamente inferior y una especie de “varón defectuoso”; 2) una mujer está sujeta al hombre por naturaleza, porque la razón humana predomina en el varón; 3) porque la mujer fue creada como dependiente del hombre quien, a diferencia de la mujer, es el vivo retrato intelectual de dios.
Este planteamiento de Gallardón, tan antiguo como la doctrina cristiana, le ha hecho retroceder en el tiempo a los tiempos del fascismo italiano y del nazismo alemán. Porque defiende, como miembro de la Iglesia católica, exactamente los mismos valores y tiene exactamente la misma concepción de la mujer-madre que Mussolini o Hitler. En 1933 con motivo de la celebración del Día de la Madre la prensa nacionalsocialista escribía: “¡Por fin las ideas conducen y aproximan a los hombres!: familia, sociedad, pueblo. La idea del Día de la Madre viene a rendir homenaje a lo que mejor simboliza la idea alemana: ¿la madre alemana! Solamente en la nueva Alemania asume su papel la mujer y la madre. Ellas son las guardianas de la familia, vivero de fuerzas capaces de conducir a nuestro pueblo hacia las cumbres. Sólo ella, la madre alemana, incorpora la idea de la nación alemana. Ser madre quiere decir más que nunca pertenecer a la nación alemana”.
¿Por qué? A ello nos responde Hitler en “Mi programa”, 1932, donde decía: “La mujer es por naturaleza y destino la compañera del hombre…Y aún más imperioso que el trabajo en común, es el deber del hombre y de la mujer de perpetuar el género humano. La nobleza de esta misión de los sexos explica los dones naturales específicos que la Providencia, en su sabiduría eterna ha dispensado invariablemente al hombre y a la mujer. Nuestra más elevada tarea, por lo tanto, residirá en facilitar a los compañeros, unidos para toda la vida, la posibilidad de fundar una familia. Su destrucción definitiva equivaldría a la supresión de toda la humanidad superior.”
A Gallardón, como portavoz de toda la tribu nacional e internacional, extasiada por el olor a macho que se propaga por toda la selva, se le podría aplicar aquello que ya dijo Reich en “La psicología de masas del fascismo”: (¿Por qué se empeñarán las izquierdas en desconocer a Reich, a Fromm, a Freud, a Orwell?) “Reconocer oficial y públicamente a la mujer su derecho a la sexualidad conduciría al hundimiento de todo el edificio de la ideología autoritaria. La reforma sexual conservadora ha cometido siempre el error de no realizar concretamente “el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo”, de no plantear y defender, de modo neto y claro a la mujer como ser sexual que es, al menos en tanto que madre. Ha contado demasiado por otra parte, en su política sexual, con la función de la reproducción, en lugar de abolir de una vez por todas la identificación reaccionaria entre sexualidad y reproducción.” Las mujeres no son “máquinas de parir”, señor Gallardón.
Pero fiel a la concepción autoritaria, patriarcal, antifeminista y homófoba de la familia como ha sostenido durante siglos la Iglesia católica, ratificado Hitler y ahora la democracia cristiana, para el ministro de justicia una familia autoritaria es una garantía para la supervivencia de la propiedad del capital y de dios.
Para violencia de género estructural la que han padecido y siguen padeciendo cientos de millones de mujeres. Por ejemplo, no hace tanto, durante el siglo XIX y XX, y por si se nos ha olvidado durante la dictadura clerical-franquista, la mujer casada no disponía de autonomía personal o laboral, tampoco tenía independencia económica y ni tan siquiera era dueña de los ingresos que generaba su propio trabajo. Debía obedecer al marido, necesitaba su autorización para desempeñar actividades económicas y comerciales, para establecer contratos e, incluso, para realizar compras que no fueran las del consumo doméstico. La ley tampoco reconocía a las trabajadoras casadas la capacidad necesaria para controlar su propio salario y establecía que éste debía ser administrado por el marido. El poder del marido sobre la mujer casada fue reforzado, además, con medidas penales que castigaban cualquier trasgresión de su autoridad: por ejemplo, el Código Penal estableció que la desobediencia o el insulto de palabra eran suficientes para que la mujer fuera encarcelada. Asimismo, el doble estándar de moral sexual le permitía al hombre mantener relaciones sexuales extra-matrimoniales y se las prohibía de forma tan tajante a la mujer que las diferencias quedaron explícitamente manifiestas en la legislación relativa al adulterio y a los crímenes pasionales. El Código Penal establecía que si el marido asesinaba o agredía a la esposa adúltera o al amante de ésta, al ser sorprendidos, sólo sería castigado con el destierro durante un corto espacio de tiempo. En la misma situación, las penas impuestas a la mujer eran mucho más severas: al ser considerado parricidio el asesinato del marido, la sentencia era siempre prisión perpetua.»
Contra esta concepción de la mujer-madre o mujer-parturienta, vienen luchando por el objetivo de ser mujer libre, sujeto de derechos, desde hace dos siglos, desde la revolución francesa, al menos, unas cuantas mujeres que luego fueron millones…: Olimpia de Gouges, Mary Wollstonecraft, Emmeline Pankhust…a quienes se fueron uniendo, con el paso del tiempo, Stuart Mill, Clara Zetin, Bebel, Clara Campoamor… hasta lograr que las fuerzas del progreso asumieran este proceso de liberación como propio. Y todos juntos, con las aportaciones de personas que al derecho al sufragio y al trabajo incorporaron el derecho al divorcio, la revolución en el vestido, la minifalda, el vaquero o el tanga, la revolución sexual con los anticonceptivos y el aborto… Todo ello en un proceso de lucha por la conquista de la libertad. Que no es otra cosa que la capacidad que tiene cada individuo para tomar sus propias decisiones y ejercer los derechos individuales. Como resultado de estas conquistas la mujer, como tal vez hubieran dicho Simón de Beauvoir o Betty Friedam, se estaba construyendo así misma y para sí misma dejando de ser una proyección y un proyecto del macho.
Y ahora Gallardón, fiel representante de la democracia cristiana, que al son de los tambores y al ritmo del paso de la oca avanza arrollando sin contemplaciones con todas las conquistas contenidas en el Estado-Sociedad de bienestar, elaborando una teoría de apariencias ingeniosas, con la que se persigue, en nombre de la defensa de la mujer-madre, reducir sencillamente las posibilidades para que la mujer-libre aborte, pretende, de un plumazo, símbolo fálico, por cierto, reducir a la mujer a la condición de madre o lo que es lo mismo a la de una “máquina de parir”. Cuando lo primero que hay que conseguir es garantizar la libertad de la mujer. Esta es más importante que ser mujer-madre. Sobre la garantía de la libertad se asegurarán las normas científicas, no las morales, con las que proteger el derecho a la vida.
Pero, por encima de todo, lo que no debe pasarnos desapercibido es que la ocurrencia teórica de Gallardón está en consonancia con el objetivo de destrucción de las conquistas sociales por parte de la derecha clerical, cuya ideología no emana de los derechos individuales sino de los “valores cristianos” que, por cierto, son enemigos antagónicos de la libertad. Es necesario entender que defendiendo el derecho al aborto defendemos el derecho a la libertad sexual y que sobre la libertad sexual o moral se construyen y se garantizan la permanencia y el ejercicio de todas las libertades.
Es necesario que tanto las fuerzas progresistas que viven en la periferia del Estado sean las feministas, los homosexuales, las lesbianas, los ateos, las abortistas, los indignados, los hedonistas, los anarquistas, los intelectuales, los escritores…como las izquierdas, que anidan en las instituciones, se movilicen permanentemente de dos maneras: por una parte mediante la movilización moral e intelectual respondiendo en los medios de comunicación y mediante la difusión de octavillas en los institutos, en las universidades, en los espacios públicos…en las que se defienda estos y todos los derechos individuales, frente a cualquier agresión moral, como la de Garzón o la de reducir la Educación para la Ciudadanía y por otra parte mediante la movilización periódica en las calles con consignas que defiendan los derechos conquistados.
Sólo creando un movimiento contracorriente frente a la actual reacción de la derecha clerical podremos fortalecer nuestra libertad e ir creando la conciencia social necesaria para, en su momento, hacer fracasar esta ofensiva moral reaccionaria. Cuyos objetivos estratégicos se juegan en varios escenarios: el de la defensa de la propiedad, el capital, el de la defensa de la familia autoritaria, patriarcal, antifeminista y homófoba y el de la defensa de la religión, capital ideológico del que se alimenta la reacción para, con todo ello construir su Nuevo Orden. Sobre las cenizas del Estado-Sociedad de bienestar. La libertad de la mujer es garantía de libertad para todos.