Mientras los bancos han vulnerado principios de ética, y transparencia, las organizaciones de la sociedad civil tendrán que demostrar que se rigen por esos principios.
“Deberíamos hablar menos de responsabilidad social y más de sociedad responsable. Porque difícilmente habrá una sociedad responsable sin ciudadanos, asociaciones, ONG, partidos, instituciones y, por supuesto, empresas responsables”. Esta afirmación de Ángel Castiñeira y Josep Mª Lozano tiene hoy más vigencia que nunca.
Los Gobiernos europeos han inyectado más de 2,5 billones de euros para rescatar el sistema financiero y cada vez se oyen más voces apuntando a los desmanes de los altos ejecutivos de transnacionales en bonificaciones, opciones sobre acciones e incentivos, incluso por haber quebrado sus propias empresas. Indigna oír hablar a los presidentes de los principales bancos y cajas de la vulneración de principios, de falta de valores… ¿Acaso ellos no han potenciado los sueldos millonarios de directivos y ejecutivos? Entonar el mea culpa es un punto de partida siempre que haya propósito de enmendar los errores, y eso está por ver.
Los códigos voluntaristas sobre responsabilidad social en las empresas, como el Olivenza sobre Buen Gobierno, o las iniciativas Global Reporting Iniciative (GRI) o el Pacto Mundial en el seno de Naciones Unidas han quedado maltrechos y, en algunos casos, pulverizados.
En este contexto, las organizaciones de la sociedad civil tenemos que actuar como puntas de lanza en la regeneración de la estructura social. A la hora de establecer los criterios de transparencia para las organizaciones solidarias y sus iniciativas, se ha hecho patente la influencia del mercado y sus lenguajes. Son, con frecuencia, criterios exclusivamente cuantitativos, estadísticos, de corte economicista, basados en una lógica de “productos” y “clientes” que atiende fundamentalmente al “balance de resultados” comprobables. La realidad a la que hacen frente las organizaciones de la sociedad civil no se ajusta a estos esquemas, aunque sean parámetros que aportan profesionalidad.
El volumen de fondos, tanto de procedencia pública como privada, que manejan las ONG ha aumentado sustancialmente en los últimos veinte años. Por eso es necesario conseguir la mayor transparencia posible en la gestión. Además, escándalos puntuales en el sector, pero con gran repercusión mediática, han demostrado que es momento de una autorregulación más estricta para evitar que las malas prácticas de unas pocas organizaciones dañen la confianza y la credibilidad del conjunto.
Según el informe de 2007 sobre el sector de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo-España (CONGDE), sus miembros obtuvieron 655 millones para programas de cooperación al desarrollo, de los que se ejecutaron 549 millones. Los fondos se destinaron a proyectos de desarrollo (69%), ayuda humanitaria (11%) y sensibilización (5%). Más del 80% de las organizaciones trabajan en coordinación con más de 3.000 socios locales de los países receptores, 127 en total, donde se ejecutaron más de 5.500 proyectos.
América sigue siendo el lugar al que más fondos se destinan (52%), seguido de África (30%) y Asia (14%). Las personas vinculadas al sector son ya más de 28.000, 21.000 de forma voluntaria.
Las cifras revelan la importancia y complejidad del sector, que unidos a este carácter no lucrativo, nos han movido para establecer una serie de parámetros de control interno que garanticen una rendición de cuentas lo más clara y transparente posible, unida a unas líneas de gestión que garanticen el buen gobierno de las mismas. Queremos abrirnos más a la crítica externa y ser capaces de demostrar el resultado de nuestro trabajo.
Para exigir mayor transparencia a las empresas y a las Administraciones Públicas, ahora más que nunca, es necesario hacer ejercicios de coherencia. En 2009, la Coordinadora aprobará una herramienta para las organizaciones miembro donde se comprobará el grado de transparencia en su gestión. Hay parámetros evaluables sobre base social, destino de los fondos, clima laboral, responsabilidad de las directivas, formación del voluntariado, relaciones con empresas, con las Administraciones… El año 2010 servirá para la aplicación voluntaria y el 2011 se aplicará de forma obligatoria para las entidades de la Coordinadora.
Con iniciativas cómo esta, las ONG apostamos por la transparencia como uno de los nuestros valores estratégicos, de forma que podamos actuar y explicar nuestro quehacer de forma responsable, clara y sencilla. Es una situación que contrasta con los protagonistas de la actual crisis financiera y económica global.
Las ONG realizamos un trabajo complejo y cualificado, de gran profesionalidad, orientado a la lucha contra la pobreza, contra la exclusión, contra la marginalidad, que implican en sí mismos valores ligados a la transparencia de nuestra misión.
POR DAVID ÁLVAREZ RIVAS *.
* Director de Solidarios y profesor de la UCM