Hay gente, y quizá no falto de razones, que termina viendo en la democracia un sistema engorroso y complicado, con grandes posibilidades para el abuso y la corrupción. ¿No les suenan estas frases?: «Todos los políticos son iguales. No hay diferencia: todos roban. Yo no voto porque no sirve para nada. Lo mismo da que gane uno que otro».
Etcétera. Y es que la democracia llega a cansarnos un poco con sus continuos cambios y porque es un sistema que tiene muchas y visibles faltas e imperfecciones. No son los ciudadanos los que mandan, no hay un real «gobierno del pueblo», sino de sus representantes: es cierto. Los partidos se convierten en auténticas máquinas de poder y administran su influencia según les viene bien: es cierto. Los políticos pueden crear debates que interesan poco a la sociedad, provocando así grandes niveles de abstención: es cierto. Las listas cerradas y nuestro sistema electoral hacen que no se refleje bien en las instituciones la distribución del voto: es cierto.
Todo esto es cierto, pero… Pero hay ningún otro sistema que tenga la capacidad de corregirse a sí mismo sin provocar un desastre y acabar con el sistema mismo. Dicho en plan coloquial: la democracia no siempre es el coche que corre más rápido, pero es el único que permite arreglar sus averías sin tener que llevarlo al desguace. La democracia es, sobre todo -lo que no es poco- cuestión de método y, por lo tanto, de formas. Luego vendrán las ideologías, las morales, las religiones a llenar de contenido nuestra convivencia y relaciones. Lo que hace la democracia es crear un marco seguro donde esta diversidad de contrarios pueda convivir sin que el invento -la sociedad, la convivencia- salte por los aires. Por eso es el menos utópico de los sistemas políticos.
No pretende grandes cosas como otras ideologías: el fin de la desigualdad, la erradicación de la pobreza, cambiar el tipo de las relaciones económicas, un nuevo modelo de familia. La democracia es más modesta; sólo intenta que los hombres busquen estas cosas -o sus contrarias- con cierto orden y sin liarse a garrotazos. Establece una «formas» para obtener el poder y -lo que es más importante- para dejarlo.
Pero por ahora baste con estos dos consejos:
a) No se aburra ni se desilusiones de la democracia.
b) No se olvide de ir a las urnas en las próximas elecciones.