En España seguimos matando moscas a cañonazos en lo que a legislación laboral se refiere ya que todos nos afanamos en buscar ésta o aquella ley que ayude a la creación de empleo, que permita evitar la precariedad laboral y que garantice los derechos de los trabajadores ante cualquier circunstancia o situación.
Sin embargo, con tanta ley hemos conseguido atentar contra el derecho último del trabajador que no es otro que el trabajo en sí mismo. Los partidos políticos se tiran a la cara programas electorales que ninguno cumple, los expertos económicos venden miles de libros sobre el tema y los tertulianos se forran defendiendo una ley u otra, pero nadie se preocupa realmente por resolver la situación.
La complejidad de la legislación laboral española provoca incongruencias en cuanto a las relaciones laborales entre los empresarios y los trabajadores que causan retraso en la contratación y una bolsa de paro permanente incluso en situaciones de bonanza económica lo que apunta necesariamente a una legislación ineficiente.
La mejor manera de defender los derechos de los trabajadores es lograr minimizar la tasa de paro al mínimo, ya que ello otorgaría el poder de la negociación laboral a los trabajadores y no a los empresarios, ya que los primeros tendrían la libertad de abandonar su puesto de trabajo sin temor a sabiendas de que no encontrarán problemas para encontrar un nuevo trabajo.
Por tanto, dejémonos de complejos heredados, de espejismos del pasado y de cantinelas de un mundo que ya no existe, la sociedad actual demanda una legislación laboral valiente, moderna y adaptada a los tiempos, una legislación flexible que se adapte a las empresas y no que vaya por detrás de ellas, sancionando ahora lo que en un año permitirá.
Dejémonos de leyes, leyes y más leyes, permitamos micronegociaciones laborales, admitamos el entramado empresarial que tenemos, con casi el 96% de las empresas por debajo de 10 empleados, intentemos comprender a los emprendedores españoles y no pongamos trabas al crecimiento económico.
Si liberamos de complejidades y rigideces la legislación laboral el empleo fluirá y el trabajador tendrá el poder. Ahora mismo el empresario tiene el poder y el miedo a contratar, si liberalizamos conseguiremos que el empresario pierda el poder y el miedo en favor del trabajador.
Decimos defender al trabajador pero en realidad lo estamos perjudicando.