En la ceremonia de entrega de los Premios Goya de anoche vivimos una nueva escenificación de la polémica que existe entre los promotores de la Ley Sinde, con la Ministra de Cultura a la cabeza, y los detractores de la misma, con el Presidente de la Academia de Cine en retirada, Alex de la Iglesia, como cabeza más visible.
De la Iglesia realizó un discurso de gran calado y con el sentido común por bandera, el cuál al no ser el más común de los sentidos tendemos a olvidar. Su frase «Internet no es el futuro, es el presente», o algo parecido, marcó el camino que debe de seguir la industria cinematográfica de ahora en adelante.
Y es que nadie, y por supuesto menos los internautas, quieren la desaparición del cine, ni robar los derechos que pertenecen y deben de pertenecer a los creadores, ni, por supuesto, que miles de personas se queden sin empleo, lo que todos debemos de exigir es una adecuación de la industria cinematográfica a los tiempos que corren, y me temo que la Ley Sinde se limita a proteger el status quo, sin plantearse una reconversión.
Porque el cine no sería el primer sector industria o cultural que debe de someterse a esta reconversión. Es el valor de los tiempos y la tecnología marca el nuevo estilo de consumo audiovisual, y aquellos que se empeñen en defender a ultranza valores obsoletos acabarán por ser absorbidos por la vorágine tecnológica en la que nos encontramos inmersos.
El tiempo y el dinero que se ha dedicado a la protección de un modelo de negocio caduco se debería de haber invertido en la adaptación del modelo al nuevo estilo de consumo, reconvirtiendo aquellos empleos susceptibles de ser reconvertidos y destruyendo otros para crear otros nuevos, en la destrucción creativa de la que ya nos hablaba años atrás Schumpeter.
La Ley Sinde acierta en intentar regular, pero se equivoca en el modo de hacerlo, porque intenta proteger al cine de algo de lo que nadie se puede proteger, como es el avance de los tiempos.
