Eufóricos activistas de la ONG limeña ORCA (Organization for Research and Conservation of Aquatic animals) reclaman por las condiciones en que son mantenidos en cautiverio los que alguna vez colaboraron con el éxito empresarial del Hotel Los Delfines, también de Lima. Los delfines Yaku y Wayra ya no ofrecen sus piruetas para el solaz de los visitantes del encopetado hotel, quiero pensar que los delfines también se jubilan, al menos los cautivos. De regreso con los activistas, incluyen ellos en su reclamo el cambio de la Ley 26585 que permite el cautiverio de animales. No les quito razón, por el contrario, los apoyo; todo animal debe vivir en su habitat natural, por lo que los seres humanos -y los hoteles elegantes- deberíamos darnos por satisfechos con nuestra convivencia con especies que se han multiplicado gracias a nuestro ecosistema urbano, dígase perros, gatos, ratas, palomas, cucarachas, hormigas y demás.
Pues bien, todos de acuerdo: Free Yaku and Wayra! (para no desentonar con el nombre en inglés de la peruana ONG que apoyamos), pero ¿liberarlos dónde? si la respuesta es en la costa de Lima, lo que sería lógico por razones económicas y logísticas, es evidente que los liberados migrarían a zonas de más grata temperatura, lo que significa que viajarían hacia el norte. Es claro que para los delfines el asunto del petróleo y la constante exploración por más bolsones de oro negro les tiene sin cuidado, sencillamente no existe en sus cerebros (que dicen son superiores a los de los monos más aplicados y humanos más rezagados). Y es probable que para nosotros los humanos de mediano entendimiento la exploración petrolera tiene una burbujita de nuestro conocimiento. La pregunta es ¿sabemos cómo lo hacen? en ese terreno, la gran mayoría de antropomorfos están en el mismo terreno que los cetáceos.
Muy fácil, se emiten potentes sonidos para registrar el comportamiento de las ondas de esos sonidos buscando señales de densidades diferentes a la roca pues es muy probable que en ese bolsón de diferente densidad haya petróleo. Con ese truco inventado por geólogos de hace tres o cuatro generaciones, se ahorra un chorro de dinero por excavaciones infructuosas a ciegas. Esas ondas solían producirse mediante explosiones que simulaban pequeños sismos, de allí su nombre de exploración sísmica. Hoy en día ya no usan dinamita pues la rusticidad quedó en el pasado gracias al desarrollo de la tecnología exploratoria con ondas de aire comprimido, dicen.
Sin embargo, hasta ahora nadie ha podido -o querido- explicar las súbitas y masivas muertes de cetáceos, peces y aves frente a la costa norte peruana en cortos períodos de tiempo. Sucedió en el 2012, más de 800 delfines muertos en un mes, y nuevamente en enero del 2014, alrededor de 400 cadáveres más. La ONG ORCA indagó en el 2012, tal como dizque lo hizo la oficina gubernamental correspondiente y todo quedo en suposiciones y envío de muestras a laboratorios misteriosos, respuesta cero. Naturalmente, el 2014 se repite todo el numerito para la platea, con las mismas suposiciones y envío de muestras. Nadie se atrevió, se atreve o atreverá a tratar de quizás intentar hablar de la posibilidad de que las famosas exploraciones sísmicas que se hacen en el mar norteño del Perú tengan que ver con la matanza indiscriminada de delfines, peces y pelícanos de la zona (aunque las líneas sísmicas tiñan de rojo el mapa de exploraciones reportado por una petrolera en Perú) .
Como si fuera poco, hay que agregar -con pena y rabia- que los piuranos, dicen ellos los más norteños del norte del Perú, tienen gran afición por la carne de delfín. Entonces el asunto pinta muy feo para los delfines por estos lares del Océano Pacífico. Por una o por otra, ¡ni loco libero a Yaku y Wayra!