Muy pocos ciudadanos son conscientes del nuevo y sombrío hachazo a la libertad que se está consumando desde hace casi dos semanas. En estos días en nuestro país, la libertad de sufragio ha sido burdamente violada y mutilada. La partidocracia, este régimen de libertades tuteladas en el que vivimos, esta versión 2.0 del franquismo que nos han vendido como democracia, levantó una barrera terrible y difícil de superar para los partidos políticos extraparlamentarios que quieran concurrir a las elecciones generales del veinte de noviembre próximo.
Me refiero a la reforma de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), que se tramitó de manera inadvertida en el Congreso a principios de este año, y que los medios de comunicación silenciaron. Ahora la LOREG obliga a que, hasta el 13 de octubre próximo, estos partidos extraparlamentarios deban recopilar firmas con DNI de ciudadanos apoyando expresamente su candidatura a las elecciones generales, hasta conseguir un total del 0’1% del censo electoral de la circunscripción por la que deseen presentarse.
En nuestro caso, el Partido de la Libertad Individual, el P-Lib, todo esto implica que debemos reunir cinco mil firmas, por ejemplo, si queremos que la candidatura por Madrid que me enorgullezco en encabezar, sea admitida por la Junta Electoral Central.
El régimen, o sea, PP y PSOE en connivencia con CiU y PNV, blindaron el acceso de nuevos partidos al congreso de los diputados, sobre todo con el fin de evitar que experimentos como el de UPyD o Ciutadans, puedan erosionar su poder parlamentario.
Así, por ejemplo, el Partido Andalucista que tiene una digna representación en el parlamento andaluz desde hace muchas legislaturas, o incluso el de Álvarez-Cascos, que actualmente gobierna en Asturias, están obligados a pasar por este proceso de recogida de firmas para poder concurrir el 20-N.
Para el anecdotario también queda un caso paradójico: UPyD se beneficiará de la reforma de la LOREG, dado que recogerá muchísimos sufragios de manos de Ciutadans contra quienes disputa el espacio político. Para ello, UPyD no tuvo más que rechazar ir en coalición con ellos, consciente de que Ciutadans no tiene capacidad de recoger las firmas que necesita para presentarse.
Por lo tanto, el 20-N muchos ciudadanos no podrán votar al partido político de su preferencia, a pesar de ser un derecho reconocido en nuestra Constitución.
Haciendo de tripas corazón, decenas de miembros y simpatizantes del P-Lib recorremos las calles de Madrid, Zaragoza y Valencia, circunscripciones por las que pretendemos concurrir, en nuestro firme empeño de reunir las firmas que nos permitan ejercer este derecho, que como tal, no debería requerir mayor trámite.
Ya puedo decir que lo vamos a conseguir, pero pienso que pocos lectores pueden imaginar la terrible sensación de abuso, de arbitrariedad, de infamia y de injusticia que nos acompaña estos días en esta labor.
El trabajo es duro, sobre todo en estos tiempos en los que la gente recela de facilitar sus datos personales. Por ejemplo, imagina que alguien te detiene por la calle y te solicita que escribas de tu propio puño y letra en un impreso, tu nombre y apellidos, fecha de nacimiento, municipio de empadronamiento y número del DNI. Te asusta, ¿verdad? Pues bien, ello no es casual, pues los partidos que impulsaron la reforma de la LOREG querían suscitar ese miedo.
Abramos los ojos: la partidocracia ha mutilado la libertad de sufragio, cuando ésta se ha transformado en una amenaza para la partidocracia misma.
¿Y cómo es posible que PP y PSOE consigan hacer todo esto y los ciudadanos no nos levantemos contra ello? ¿Por qué?
Porque cuando la partidocracia decreta la poda de alguna rama de nuestra libertad, lo hace de manera que nunca afecte a todos los ciudadanos a la vez, sino únicamente a una parte. Obviamente, saben que si un recorte de la libertad afectara a todos los ciudadanos por igual y al mismo tiempo, contaría con la protesta en bloque de la ciudadanía.
Pero si se cercenan las libertades de colectivos minoritarios, sólo protestarán esos colectivos, dado que el resto de los ciudadanos no lo considerarán una amenaza para sí. Y mediante este procedimiento hipócrita y engañoso, hemos visto cómo la partidocracia cercena las libertades desde hace muchos años en nuestro país.
¿Que el P-Lib no puede presentarse a las generales? Encantado, yo voto PP. ¿Que prohíben la enseñanza en castellano en Cataluña? Bueno, que la prohíban, yo no vivo en Cataluña. ¿Que cierran una emisora de radio? Me da igual, yo no la escuchaba. ¿Que me imponen una paridad de sexos en la empresa donde trabajo? Mejor, que se fastidie el empresario. ¿Qué prohíben fumar en los bares? Estupendo, yo no fumo. ¿Que imponen a los hijos de mi vecino una educación que quiebra sus convicciones religiosas? Que se fastidie, yo soy ateo. ¿Qué cierran portales de internet? Me da igual, yo no los visitaba. Y así con todo.
Los ciudadanos debemos rebelarnos contra esto. No es posible que vayan a salirse con la suya. La libertad debe ser un valor unánime y absoluto, y todos y cada uno de nosotros debemos levantarnos cuando se cercena la libertad de nuestro vecino. De lo contrario, si no piensas así, no esperes que vengan a defenderte cuando menoscaben la tuya.
Por todo ello, en las generales del 20-N, más que nunca debemos votar libertad.