Entre finales del siglo XVI e inicios del XVII, la circulación de libros entre España y América en la Carrera de las Indias se controlaba mediante un registro de las mercancías. Un seguimiento similar se realiza desde hace una década por internet entre lectores. Se trata de la iniciativa Bookcrossing, una apuesta por el libre intercambio de libros, a la que varias instituciones culturales se han unido estos días con motivo del Día Internacional del Libro que se celebró el pasado 23 de abril.
¿Será cierto que hay libros ‘abandonados’ en espacios públicos que pueden cogerse sin más y por el tiempo que uno desee? Queriendo resolver la duda, me dirijo a uno de estos lugares en Madrid y, tras consultar a uno de los responsables del local, confirmo mis sospechas: a dos metros de mi diviso cuatro libros depositados sobre un estante. Los identifico: “Libro libre, soy un libro BookCrossing”.
Esta iniciativa, lanzada en 2001 y con base en Idaho (EE UU), surgió con la misión de “conectar personas a través de los libros” y, a día de hoy, cuenta con cerca de un millón de seguidores en todo el mundo. Su éxito radica en que el sistema “es fácil, barato y original”, como explican los responsables de la versión española, voluntarios que, como en otros países, han contribuido a expandir el movimiento por el mundo.
El funcionamiento de Bookcrossing se rige por la filosofía de las ‘tres erres’: ‘Read –lee–, Register –regístralo–, Release –libéralo–’. De este modo, el lector puede registrar un libro en el archivo on line para obtener un código de seguimiento, dejarlo en un lugar público para que otra persona lo recoja y, que después de leerlo, lo libere de nuevo. Según Bookcrossing España, “la idea es que los libros tengan una nueva vida”, en el mismo país o en el otro lado del Atlántico.
Pero además, e indirectamente, esta iniciativa ha ganado el respaldo de varias instituciones culturales por considerarse una eficaz manera de potenciar la lectura entre la sociedad. El pasado 15 de abril y con motivo del Día Internacional del Libro, que se celebró el pasado 23 de abril, 31 centros culturales y museos de 17 ciudades del estado español participaron en una intensa campaña de Bookcrossing en la que se liberaron cerca de 2.500 ejemplares sobre arte, museología y temática social.
“Es una iniciativa cada vez más conocida entre los lectores potenciales que, al mismo tiempo, la divulgan a otros lectores que carecen de este hábito”, respaldan los responsables de la biblioteca del museo Pecharroman de Cáceres (Extremadura). Con ella, “se ha creado una vía abierta para ampliar el conocimiento de una forma tan azarosa como universal”, añaden.
Por ello, el mismo 23 de abril, esta biblioteca liberará, por primera vez, un total de 150 libros en poblaciones visitadas por gente cosmopolita, “lo que favorece el intercambio de información” y la posibilidad de que cruce nuevas fronteras.
Un libro, un amigo
¿Qué lugares habrá recorrido la obra que ahora poseo en mis manos? De los cuatros ejemplares antiguos que hay ante mí –la mayoría, ediciones de mitad del pasado siglo–, me decanto por Un sexo llamado débil e introduzco el código de registro en el archivo on line para conocer la data de liberación. La noticia me produce cierta decepción: mi casa es el primer lugar que visita.
España es el décimo país donde más se practica el libre intercambio de libros –lista que lidera EE UU–. Según datos de Bookcrossing España, el perfil medio de sus seguidores –unos 35.000– es el de una mujer de 30 años con estudios superiores. Un perfil que incumple el propietario de mi libro, Francisco Muñoz.
Muñoz es natal de Madrid y tiene más de 70 años. Miembro de la iniciativa desde 2004, reconoce que Bookcrossing es “un sistema que impulsa la solidaridad con los libros, fomenta la cultura y hace amigos”. Además, le ha proporcionado un “medio inteligente” para alargar la vida útil de sus libros: “En mis estanterías se aburren”, comenta.
Por ahora, Muñoz cuenta con 275 libros registrados, de los cuales ha liberado 197. Sin embargo, se sitúa muy lejos del usuario británico con más libros registrados –superior a 47.000–, aunque ninguno de estos supera los 553 viajes –alguno por España– de la recopilación de viñetas de humor de un ciudadano de Colonia (Alemania).
Con más de una década de vida, el factor ‘sorpresa’ de la iniciativa Bookcrossing, el encontrar disponible un libro en lugares públicos, ha contribuido a dos aspectos fundamentales a lo largo de este tiempo: despertar la curiosidad por la lectura del paseante y, en especial, liberar de las estanterías aquellos libros olvidados que una vez atrajeron la atención de nuestros ojos.