Cualquier dato es susceptible de ser interpretado en función de unos intereses u otros, porque la validez de las estadísticas no radica en su propio valor absoluto sino en su comparación con el mismo dato en otro período de tiempo, y la cifra que hemos conocido hoy sobre la caída del PIB en España es el mejor ejemplo de esta manipulación estadística.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la economía española ha caído un 4% del PIB en el segundo trimestre de 2009 en comparación con el segundo trimestre de 2008, lo cuál es, evidentemente, un mal dato.
Sin embargo, las mismas cifras hechas públicas por el Banco de España nos revelan que la caída del PIB es de tan sólo un 0.9% en relación al primer trimestre de este mismo año, lo cuál suaviza la negatividad del dato.
Pues bien, ahora cada cuál es libre de aferrarse a una comparación o a otra. Aquellos que buscan la crítica por la crítica sin ningún valor constructivo hablarán del declive de la economía española, de la catástrofe de un decrecimiento de un 4%.
Mientras que los advenedizos de lo políticamente correcto proclamarán a los cuatro vientos el descenso de la ralentización económica y tratarán de convencernos del atisbamiento de la luz al final del túnel.
Pero, ¿cuál es la realidad?
La realidad es que seguimos estando mal, muy mal. Un descenso del 0.9% del PIB en comparación con el primer trimestre del año es un dato negativo, dramáticamente negativo.
Es cierto que se observa una ralentización en la caída pero hay dos factores que están tergiversando la rigurosidad de esta caída. Por un lado tenemos el plan E con una ingente inversión pública al comienzo del segundo trimestre del año y por otro el comienzo del verano con el tradicional tirón de demanda nacional.
El primero, el plan E, no es una inyección económica permanente sino que está abocado a desaparecer en breve, por la buena salud de las cuentas públicas, con lo que cuando deje de estar en funcionamiento provocará un efecto multiplicador negativo en el peor momento posible, justo al terminar el verano.
El segundo, el incremento de la demanda interna por la época estival también tiene un período de caducidad determinado con lo que en el mes de octubre provocará un grave descenso de la actividad económica que se verá reflejado en tasas de desempleo y decremento del PIB.
Por tanto, si tuviéramos que elegir un período de tiempo para comparar los datos que hemos conocido hoy deberíamos apostar por el segundo trimestre del año 2008, ya que al tratarse del mismo período de tiempo, aunque en años diferentes, contempla las mismas variables socioeconómicas de la idiosincrasia española.
En consecuencia, el tercer trimestre de este 2009 seguirá ahondando en la cacareada ralentización de la caída, mientras que el cuarto trimestre del año volverá a cifras dramáticas, a no ser que el Gobierno deje de mirarse el ombligo y comience a tomar medidas serias, impopulares, pero efectivas.