Sociopolítica

Lomce

Wert, José Ignacio Wert, tiene un plan.

De ocurrente nada, tampoco de necesidad.

Hala majete, ¡todos a rezar!

El 22 de diciembre de 2011 se le nombra Ministro de Educación (también de Cultura y Deporte). Al mes,  divulga un proyecto “personal” para la mejora de la calidad educativa en España. Quiere pasar  a la Historia por regresivo.

La escuela, piensa,  es una palestra de adiestramiento para la supervivencia, caiga quien caiga. La mejor aliada en España es la Iglesia, que gerencia una significativa red de centros con presupuesto público.

Haz un guiño, se dice,  a la Conferencia Episcopal: los curas cobran por adoctrinar a los discípulos servidos, puesto que la enseñanza es obligatoria y el dogma de la religión,  que no su Historia,  es una asignatura que puntúa.

Un cura se me enfadó porque le insinué que decir misa sobre la mesa del profesor no era digno. Le faltaba ara. Me respondió que era similar a una clase de química en el laboratorio, por aquello de la transustanciación. No volvió a celebrar en tiempo de su clase de religión.

El sistema educativo no es para progresar en la igualdad, sino para consolidar las clases sociales. Unos trabajadores, otros dirigentes.

La escuela es la palestra, desde la más temprana edad hasta la tumba, para la lucha contra el otro por la supervivencia. Este es el esquema conceptual que se vierte en la LOMCE, en la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa de Wert.

Tengo para mí que al Ministro Wert, experto en análisis sociológicos, el que el alumnado vaya a misa le importa una higa. Sí le importa eso de tanta “promiscuidad”, porque dicen las encuestas que nadie la quiere para sus hijas.  A lo sumo la soportan. “Los chicos con los chicos y las chicas con las chicas” tiene una muy buena aceptación social, con independencia de las vidas privadas, cuyos trapos en casa se lavan.

A Wert le importan las encuestas.

La competitividad es un modo social admitido y aplaudido. ¿Iguales? Aquí quien vale, vale y si no a trabajar. Entonces, dice el sociólogo devenido a Ministro,  hay que poner las habilidades de competencia: primero posibles o fortuna; después todas las demás: distancia debida en el trato, que no significa lo mismo que educación para la ciudadanía; más castellano, nada de nacionalidades, porque España sólo hay una  y más inglés, que queda bien y es pedigrí y utensilio anglosajón, también en los Estados Unidos de América. Por cierto, como bien lo entendió el ex Presidente Aznar, hasta el extremo de tomar una copa con los pies en alto sobre la mesa del norteamericano Bush, hablando en texano y compartiendo la declaración de una guerra desde las Azores. Wert sabe lo que hace: por su saber ha llegado a Ministro.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.