Aunque hasta ahora se creía que los mamíferos eran capaces de detectar cinco sabores distintos, una investigación internacional sugiere que puede no ser cierto para los carnívoros estrictos. Según los autores, los hábitos alimentarios han podido condicionar la evolución de los receptores del dulce.
No es que los carnívoros tengan mal gusto, es que tienen poco. Los resultados de una investigación internacional apuntan a “una pérdida generalizada de la función del receptor del sabor dulce en estos animales” explica a SINC Pehiua Jiang, primer autor de la publicación.
El sabor es el resultado de la interacción entre las moléculas de la comida y los receptores del gusto, en la lengua, y del olfato, en la nariz. De los cinco sabores que los mamíferos pueden percibir: amargo, ácido, salado, unami y dulce, la distinción de este último se realiza gracias a dos receptores: Tas1r2 y Tas1r3.
El científico Peihua Jiang y su equipo han analizado los receptores de este sentido en 12 especies del orden de los carnívoros. “Escogimos estas 12 porque difieren en sus hábitos alimentarios e incluyen tanto carnívoros, como herbívoros y omnívoros”, cuentan los investigadores.
Los resultados muestran alteraciones en el receptor Tas1r2 en las ocho especies que tienen una dieta estricta a base de carne o pescado: león marino, nutria enana, foca común, oso marino ártico, hiena, fosa, linsang rayado y delfín mular.
“La preferencia por el sabor dulce es muy clara para la mayoría de los animales”, afirman los autores del estudio. Así que una manera de recomprobar estos resultados genéticos es mediante pruebas conductuales. La nutria enana, cuyo receptor Tas1r2 es disfuncional, no demostró ninguna preferencia por los dulces mientras que uno de los omnívoros analizados cuyo receptor funciona perfectamente, el oso de anteojos, sí lo hizo.
Además, tanto los leones marinos como los delfines también tienen mutaciones en el receptor del sabor unami. Y por si fuera poco, los investigadores no han sido capaces de encontrar genes del receptor del sabor amargo en el genoma del delfín.
Los autores opinan que los hallazgos son consistentes con el comportamiento alimentario de cada uno de los animales analizados. “Para las especies que se alimentan principalmente de carne la presión selectiva sobre el sabor dulce se ha relajado, ya que nunca comen carbohidratos dulces”, explica Hiang. Además, tanto el león marino como el delfín se tragan la comida prácticamente sin masticar, por lo que el sabor de su presa no tiene por qué suponer un impedimento.
“La pérdida de la función del receptor Tas1r2 ha ocurrido de manera independiente en varias especies de animales –afirman los investigadores–. A este suceso se le conoce como convergencia evolutiva”.
Referencia bibliográfica
Jianga P.; Josue J.; Lia X.; Glaserb D.; Lia W.; Branda J.G.; Margolskeea R.F.; Reeda D.R.; Beauchampa G.K. “Major taste loss in carnivorous mammals” PNAS. Marzo de 2012. DOI: 10.1073/pnas.1118360109
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