Celestino Corbacho, nuestro insigne Ministro de Trabajo e Inmigración, salta de charco en charco y en todos se moja. Parece empeñado en abrir un debate social con cada intervención pública que realiza, como si le fuera el puesto en ello, o como si hubiera recibido tal encargo por parte de su Presidente.
Su última joya ha sido el planteamiento de retirar a los prejubilados de las listas de desempleados que periódicamente ofrece el INEM, y, por una vez, y sin que sirva de precedente, Corbacho tiene toda la razón.
Para analizar esta propuesta debemos, primero, preguntarnos por el concepto de desempleado, ¿qué es un desempleado, estadísticamente hablando? Como bien ha descrito el Ministro, aunque puede que no con estas mismas palabras, un desempleado es una persona que estaba trabajando, ha perdido el empleo, y quiere volver a trabajar.
Y, en consonancia, si se quiere dar validez real a las estadísticas del INEM éstas deberán de recoger, con la mayor exactitud posible, esta figura del desempleado.
¿Qué son los prejubilados?
Los prejubilados son personas que estaban trabajando, que han perdido su empleo, pero que recibirán una parte proporcional de la pensión que les correspondería hasta que cumplan los 65 años, edad a la que comenzarán a recibir la pensión completa. Por tanto, son personas que no desean trabajar, y, en consecuencia, no deberían de figurar en las cifras de desempleados del INEM.
Se puede deducir, entonces, que el Sr. Corbacho tiene razón.
El problema viene en la fórmula para estructurar el proceso de transición entre el modelo utilizado para calcular el número de desempleados al que se recurre ahora y el modelo nuevo, el que elimine, estadísticamente hablando, a los prejubilados.
Para ello debe de armonizarse un consenso social entre todos los agentes afectados para evitar cismas que desvirtúen la eficacia de esta propuesta, porque unas estadísticas reales y fidedignas son la base para que se puedan realizar modelos económicos y planteamientos políticos eficientes a medio y largo plazo.