El consumo de información política está asociado con opiniones más moderadas y positivas sobre este sector, según un estudio de la Universidad de Navarra. Sus resultados señalan que los científicos son los profesionales que más confianza inspiran y los que menos, los políticos.
“Cuanto más se lee, se escucha y se ve información política, menos negativa y más matizada es la percepción que tiene la ciudadanía sobre la política y los políticos”, explica a SINC Jordi Rodríguez Virgili, profesor de Comunicación política en la Universidad de Navarra (UNAV). Esta es la conclusión de un estudio que ha publicado, junto a los investigadores Esteban López-Escobar y Antonio Tolsá, en la revista Comunicación y Sociedad.
Los autores cruzaron los datos de consumo de medios con la percepción sobre la política y los políticos. Para ello realizaron 950 entrevistas personales en el hogar a ciudadanos empadronados en Navarra con derecho a voto.
Antes de la encuesta, los investigadores realizaron varios grupos de discusión para recoger las afirmaciones habituales sobre la política y los políticos. En la encuesta preguntaban el grado de acuerdo o desacuerdo con estas enunciaciones. Precisamente, aquellas personas que menos información política consumían en el momento de la entrevista eran los que estaban más de acuerdo con los juicios generales del tipo “todos los políticos son unos corruptos” o “todos los políticos son unos mentirosos”.
Los autores también analizaron los datos de los Barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) desde mayo de 1985 a enero 2011 para concluir que los españoles perciben a los políticos como parte del problema y no como parte de la solución. “Este fenómeno no es nuevo ni exclusivo de España, es global, pero en los últimos años se ha agudizado”, asegura Rodríguez Virgili.
La percepción negativa hacia los políticos se manifiesta, por ejemplo, en que un 66,7% afirma que estos no se preocupan de lo que piensan los ciudadanos. Asimismo, un 87,2% cree que les interesa más lo que dice el partido que lo que dicen los propios ciudadanos y al 70% de los entrevistados no les gustaría que sus hijos se dedicaran a la política. Los resultados demuestran que, mayoritariamente, se relaciona a los políticos con la mentira y sus equivalentes, en segundo lugar, con anteponer sus intereses y, en tercero, con la corrupción.
En el estudio, el 62% de los encuestados dijo referirse a los políticos de carácter nacional, el 17% a los de la comunidad foral y un 15,4% a los del Ayuntamiento. Cerca de un 6% declararon tener en mente a políticos internacionales.
Los peor valorados como grupo profesional
Lo que también llama la atención de los expertos es “el círculo vicioso” que se ha alcanzado respecto a la valoración de las diferentes clases profesionales. Los investigadores pidieron a los encuestados que valoraran del uno al diez la confianza que les inspiraban doce grupos profesionales, entre los que se encontraban maestros, médicos, jueces, militares, funcionarios, religiosos, políticos y periodistas.
De todos ellos, los peor valorados fueron los políticos y los que inspiraron mayor confianza, los científicos. Los periodistas se colocaron en la mitad de la tabla con una puntuación de 5,5.
“Si los ciudadanos tienen una mala percepción de los dos pilares básicos de la democracia como son los representantes políticos y los medios de comunicación, puede haber un déficit de la calidad democrática en un país”, apunta el experto.
Este artículo forma parte de una investigación más amplia sobre la percepción de los políticos y la política fuera de la actual coyuntura general de crisis. La selección de los entrevistados se hizo según las variables ‘sexo’, ‘edad’ y ‘zona’. Dieciocho entrevistadores realizaron las encuestas, con una duración media de 16 minutos, durante 16 días, del 28 de mayo al 12 de junio de 2009. El nivel de confianza es del 95%.
Referencia bibliográfica:
Jordi Rodríguez-Virgili, Esteban López-Escobar, Antonio Tolsá, “Media use and public perception of politicians, politic and political parties”. Comunicación y Sociedad XXIV (2): 7-39, 2011.