Que un tipo como yo, tendente al risco abrupto y a la ensoñación desde las cumbres, vaya a la playa, no tiene ni la más mínima importancia, ni el menor interés. No suelo hacerlo a menudo, pues confieso que la arena y el sol me producen granos, pero a remolque cedo y procuro impregnarme lo justo de ese ambiente playero que me baja la tensión y me «amuerma», para que mi dermis se coloree y poder presumir , de vuelta a la tribu esteparia, donde los rigores del clima no aconsejan tomar color, pues acaba siendo «agronegro», que también tiene su punto, sobre todo no llevando camiseta a pesar de parecerlo.
Decía, pues, que la playa está muy bien, etc. etc. Pero no puedo evitar la sensación de ser un turista de cuarta a pesar de gastar más que uno de primera. A saber; desde que algunos catalanes se creen mejor que los demás (qué magníficos amigos tengo en esa tierra hermana) están ejerciendo un insoportable control de las castas. Todo aquello que huele a españolista es tabú. A los de allende Perpignan, como los consideran primos ( de familia, no de actitud) les permiten enterarse de lo que van a comer y por supuesto a pagar. A los del secano de yeso y margas, antiguos colegas de la Corona de Aragón- que sí, que lo siento si por su estulticia se han olvidado de leer hasta en latín, pero es que es la Corona de Aragón y eso no lo cambia ni el Prenafeta ese, o como se llame ahora el nuevo conseller de Cultura– nos reciben, mirando de reojo la buchaca, no al bulto natural de la entrepierna. Si llevas pelasss, te dejan estar, pero callado, porque en el momento que hables y el acento de la Hoya asome, te van a cerrar el grifo y no te enteraras de nada (de la otra forma tampoco) . Pero la más increíble y ahí debo reconocer que hace falta un par de pelotas para ser tan listos, es que todo lo que está escrito lo está en todo menos en castellano. A mi me pasa como al Aznar, que hablaba catalá en la intimidad, y es verdad que lo entiendo casi perfectamente y encima siento envidia por las lenguas de la propia tierra, pero esa no es la cuestión; nadie en su sano juicio puede estar en contra de la lengua materna. Mejor para el que la disfruta. Quede claro este concepto, que estamos hartos por aquí que se tergiversen nuestras palabras, que no estamos en contra del idioma o lengua o como prefieran llamarla, pues no deja de ser lo mismo: el vehículo oral o escrito por el que nos comunicamos.
Ahí hemos llegado. La comunicación es un derecho. Las lenguas en ese territori autonomic, oficialmente son dos, por tanto salvaguardadas por la Constitución. Los ciudadanos de este Estado, Pais, Nación o chorradas semánticas, pues no dejamos de ser un pueblo, aunque mal avenidos, como en los pueblos de asentamiento, tenemos el derecho y también el deber de poder llegarnos a entender en esas dos lenguas.
Pero, llego a una terraza, dispuesto de dejarme pasar por la piedra, para poder comer su rica comida, y tengo que leer los títulos en Ingles pues mi vocabulario en catalá adolece, lógicamente, de lagunas y para entendernos, no me entero de lo que llevará ese plato, por el me van a cobrar cuarenta euros y que pagaré sin rechistar, incluso con propina. (me permito una maldad pensando en el camarero, lo más probable ecuatoriano, y en como hará para entender lo que le piden).
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Señores vecinos. Estamos hasta los «cullons» de que nos traten como catetos. No olviden que el cateto, en el fondo,es el que levanta su tapia más alta para que no le vea el vecino, porque acaba tan encerrado que termina siendo analfabeto. Si no les interesa nuestro dinero, que de momento es el mismo, digánlo y pongan un cartel en la autopista, un poco antes de llegar a Lérida, que tienen reservado el derecho de admisión. De esta manera, podremos organizar los necesarios viajes a la playa,( por lo del yodo y todo eso), al País Vasco o a Castellón, que también tienen mar y puede que mejor. – Si , en la mejor tradición de su seny, les molesta que llevemos alpargatas pero están dispuestos a no darse cuenta si a cambio consumimos sus bones coses de la terra, hagan unas cartas en cristiano, en dos cristianos, y a los «guiris», que acaban por no enterarse si el pan tomaca es ketchup con Bimbollo, se lo dicen en el suyo, porque queda muy, pero que muy feo, que se note el hueco en la carta donde antes se leía en español. Parece que lo han hecho para evitar que vayamos. Aunque dirían que esa posibilidad «hoy no toca».
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Por lo demás Sitges, sigue siendo Sitges y me encanta. Sobre todo en primavera. Las calles llenas de crisis al igual que las terrazas. Los rincones para perderse, sólo tienen de gótico su eclectismo, que un magnate americano se pagó para pensar que estaba en otra Á¨poca. Los arroces, increibles, menos mal que llevan fotos para no confundirlos.
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