Recuerdo un tiempo pasado, corría 1999, cuando tras unos años de espera en un ambiente de interés, se publicaron los Cuadernos de Manuel Azaña presidente de la II República que escribió entre el 22 de julio de 1932 y el 26 de agosto de 1933, Cuadernos que permanecieron secuestrados casi medio siglo de manera rocambolesca, siendo tan importantísimo el espacio de sus Memorias que faltaba mostrar a la sociedad. La de un intelectual que junto al hombre de Estado es obligatorio sumarle la de gran prosista, narrador directo de unos acontecimientos históricos de tanta importancia. Juan Marichalar, en el prólogo a los cuatro primeros volúmenes de sus “Obras completas” publicados en Méjico (Editorial Oasis 14 de abril de 1968) escribe que estos diarios significan: “el texto memorial más importante de la historia española moderna”. Afortunadamente ese último tomo último de 488 páginas, curiosamente o hipócritamente, ya en democracia, fue presentado y elogiado por el entonces presidente del Gobierno e impertinente ultraconservador personaje José María Aznar.
Años antes, allá por 1969 logré de forma clandestina en la sevillana Librería Blanco de la Cuesta del Rosario, gracias a la recomendación de mi viejo amigo republicano Manolo Carrasco, los cuatro tomos de las “Obras completas” de Manuel Azaña, que ahora serán más completas con este nuevo volumen que vio la luz en 1997 editado por Crítica.
Hoy, cuando recuerdo aquella “aventura”, semejante a la adquisición de otros libros y autores como Prieto o Americio Castro vetados por la España invertebrada de Franco, no puedo menos que sonreírme al mismo tiempo que valoro lo que es vivir en democracia pese a todos los errores desmemoria que se vienen cometiendo en los últimos treinta años, teniendo muy en cuenta el aceleramiento que se ha vivido en nuestro país y lo que se le puede exigir a un pueblo que vivió castrado durante cuatro décadas.
Personalmente tan esperado volumen de las memorias del último presidente de la II República, de suma importancia para conocer otro capítulo más de aquella etapa, involuntariamente fue protagonista en este país de conversos que es España, por su utilización como acontecimiento político-literario lo que fue su hallazgo, si recordamos como durante la dictadura de Franco, Manuel Azaña fue sometido a las mayores calumnias y degradaciones fruto de una ira desbocada y el permanente castigo en la hoguera por la santa cruz de la reserva espiritual ultraconservadora que de nuevo asoma las orejas, bajo el dictado en la semisombra del expresidente que habla la lengua catalana en familia.
Afortunadamente el político y escritor que fue Azaña, pese a las manipulaciones, no ha podido ser engullido por las subvenciones de “la pela es la pela”, además, Cataluña, tenía para él otro significado que el de mantenerse en el poder. Lamentablemente tampoco podemos aplaudir a un PSOE desmemoriado y mediocre hasta la saciedad, que no ha mostrado interés en defender la figura de una de las mentes más claras del Siglo XX.
Con lo bueno que sería para el país que todos los aznaristas, además de hablar el catalán en privado, al que van a estar obligados al paso que vamos, optaran por leer a Azaña sin prejuicios, lo cual no significa convertirse en republicanos, pero su lectura seguro les ayudaría reconvertirse en una derecha más dialogante y con menos síndrome de querer volver al franquismo, y, por tanto, responder con mejores argumentos a los errores de la denominada izquierda española. Personalmente sería una alegría que la derecha ibérica asimilara a Azaña sin condenarlo a las calderas de Pedro Botero, pero naturalmente no de cara la galería como resulta ser hablar catalán en privado, sino para ayudar a actualizar el compromiso histórico del país.
Tampoco estaría de más, que, especialmente los andaluces, además leer estos diarios ya completos de Azaña, leyeran los escritos a forma de diario del poeta más andaluz y universal, Juan Ramón Jiménez, fiel hasta el final de su vida a la causa republicana y de su presidente, muestra su obra “Guerra en España” versión íntegra publicada por la Editorial Point de Lunettes (2009), verdadero gesto de honestidad histórica y saber estar, junto placer de disfrutar de esa prosa exquisita de tan desbordante andaluz sin fronteras. En fin, por un lado recuerdo a un lírico y fiel republicano muerto en el exilio, junto al documento histórico del último presidente de la II República española, magnífico prosista y testigo de primera del Siglo XX, también fallecido en el exilio.