En los hospitales españoles, ingresan cada año cerca de medio millón de niños con menos de catorce años. La hospitalización afecta a su formación, ya que se ven rodeados por un entorno diferente y poco familiar. Nuevos instrumentos y aparatos aparecen en sus vidas, así como personas vestidas con uniformes desconocidos. El hospital se convierte en algo donde todo es extraño. Frente al miedo y el desconcierto que supone la hospitalización se encuentra la figura del animador hospitalario, que se dedica a tranquilizar y apoyar tanto al enfermo como a su familia.
El animador hospitalario crea el clima de seguridad, confianza y afecto necesario para que el niño sufra lo menos posible mientras permanece ingresado. El dolor y malestar que provocan tanto las enfermedades como su tratamiento suelen generar situaciones de estrés. Este hecho hace que asuma su circunstancia como un castigo. El animador hospitalario tiene que convencer al menor de que es una persona importante y que lo que se pretende es que se ponga bien, lograr que la hospitalización se convierta en una experiencia positiva. Para esto tiene que ser una persona cercana, abierta y que sabe escuchar para que el niño se sienta aceptado y facilite la mayor cantidad de información posible de cara a ayudarle. También tiene que ser respetuoso y empático. Es fundamental saber hacer reír. El sentido del humor es un amortiguador del estrés, además de ser un buen método para hacer más agradable y atractiva la estancia en el hospital. En definitiva, su papel es recurrir a técnicas de distracción y relajación, así como estrategias de refuerzo positivo para ayudarle a familiarizarse con el nuevo espacio en el que se encuentra.
La Fundación Theodora es la mayor organización de animadores hospitalarios en España. Se creó hace doce años y está presente en ocho países: Suiza, Bielorrusia, Hong Kong, Italia, Reino Unido, Turquía, Francia y España. Las personas que colaboran con la Fundación Theodora se caracterizan por ser artistas que reciben una formación específica para trabajar en el ámbito hospitalario sin interrumpir el trabajo de los profesionales sanitarios. La Escuela de Enfermería del Hospital de la Paz colabora con el proyecto. Además, los Doctores Sonrisa -nombre con el que se conoce a estos animadores hospitalarios- reciben formación en aspectos artísticos, como la globofexia, la improvisación o la magia. Trabajan en todo el territorio nacional y cada miembro de la Fundación acude al hospital una vez a la semana, siempre el mismo día y durante todo el año. Las visitas duran unos diez minutos y siguen un estricto orden de preferencia. Siempre se empieza por los enfermos de cáncer por ser lo niños con las defensas más bajas. Su trabajo consiste en hacer que los menores se olviden durante un rato de la rutina y el sufrimiento.
Otra organización destinada a proyectos de infancia hospitalizada es la Fundación CurArte. Se creó en el año 2006 con el fin de mejorar la calidad de vida de los menores ingresados, humanizar su estancia y ayudar a mejorar la atención psicosocial tanto de los niños como de sus familiares. Su actividad se centra en el desarrollo de actividades relacionadas con el arte y la creatividad. El objetivo de CurArte es crear un universo que recuerde al mundo infantil que precede a la hospitalización, ayudarles a huir durante unos minutos de la realidad a la que se han visto sometidos. La Fundación cuenta con varios programas que intentan recordar la vida cotidiana de los menores, entre los que destacan actividades al aire libre, talleres o la dotación de espacios dedicados a la lectura, música o cine.
Estas organizaciones no recetan medicamentos, sino que reparten sonrisas y alegrías para ayudar a los menores y a sus familiares a evadirse del dolor y la amargura. Les recuerdan una realidad no tan lejana en la que los niños se preocupaban por jugar y crear fantasías. Les dan fuerzas para luchar, ya que ninguna enfermedad puede hacer que los niños dejen de ser niños.
Gonzalo Delgado Meana
Periodista
