Al escuchar las declaraciones de esta mañana de Gonzalo Pascual en las que ha asegurado que los trabajadores de Marsans están cobrando sus nóminas con total normalidad me he lanzado al teléfono y he marcado el número de mi amiga Sofía:
– ¿Sofía?
– ¿Rubén? ¿Qué tal? ¿Cómo sigue todo por Salamanca?
– Bien, bien, no me quejo, trabajando mucho, pero con mucha ilusión, ¿y tú?
– Ya ves, la mismas historias de siempre.
– Oye, que ha dicho tu jefe que estáis cobrando, así que había pensado que podíamos organizar aquel viaje que teníamos pendiente con todos estos.
– Que gracioso eres, Rubén, como no me pagues tú el viaje
– Que es verdad, que lo ha dicho Pascual en Radio Nacional
– Pues habrá sido su propia nómina, porque lo que es los demás
Tras varias vaguedades posteriores pusimos fin a nuestra conversación y me quedé un tanto descolocado. Pascual dice en la radio que los trabajadores de Marsans están cobrando religiosamente, pero luego los trabajadores lo niegan, ¿a quién puedo creer? ¿A Pascual o a los trabajadores? Sin duda, a los trabajadores.
Porque entre Díaz Ferrán y Pascual se han encargado de tirar por la borda todo el buen trabajo (apoyados siempre por cierta benevolencia de la Agencia Tributaria y la Seguridad Social, en la que no vamos a entrar ahora) que habían realizado durante tantos años, colocando a Marsans como el principal grupo turístico de nuestro país. Sin embargo, sus delirios de grandeza les ha llevado a la ruina más absoluta.
Unos delirios de grandeza que les llevó a tomar decisiones equivocadas, basadas más en la repercusión mediática de sus actuaciones que en la eficiencia económica, en crecer a costa de cualquier circunstancia antes de haber asegurado bien los cimientos de sus castillos en el aire.
Air Comet, Seguros Mercurio y ahora Marsans, que tardará más en caer, porque es más importante que las otras dos empresas, tiene más peso específico en nuestra economía y en el comercio turístico mundial, por lo que dudo mucho que termine por caer definitivamente. Pero los hechos vuelven a demostrar una realidad incontestable, como es la incompetencia empresarial de estas dos personas, una de las cuales se empeña en seguir representando a los empresarios.
La permanencia de Díaz Ferrán al frente de la CEOE es de un subrrealismo que excede cualquier tipo de aproximación lógica. No dudo de su capacidad política, porque la desconozco, pero sí de su capacidad empresarial, que conozco de primera mano, y fundamentar su cargo en su calidad de empresario es como si George Bush hubiera justificado su Presidencia con sus capacidades oratorias.
El problema es que Díaz Ferrán está trasladando sus problemas particulares al frente de sus empresas al bloqueo que sigue sufriendo el diálogo social, el insustancial, innecesario e inútil diálogo social.