¡Un Jack Daniels!
Mientras el vaso roza mis labios me pregunto qué carajo hago yo en una fiesta española en una isla del mediterráneo.
Observo a la gente que hay a mi alrededor, la gran mayoría son españoles también. Españoles que huyen.
Me pregunto por qué nos quejamos tanto de nuestra cultura, pero una vez que estás en el extranjero acabas unido a esas costumbres que tanto nos molestan. Que si paella, que si flamenco… pero aquí estamos todos alabando las tapas que están ofreciendo al son de Los Delincuentes.
Bien es cierto que algunos individuos que me rodean, principalmente provenientes del País Vasco, se quejan continuamente. Pero aquí están también. Incluso pudiendo elegir entre multitud de garitos de todas las nacionalidades. Aunque hay que admitir que la oferta propuesta no es de lo más underground e interesante, al menos has suecas.
Continuamente me encuentro con compatriotas sin sentido patriota, incluso yo cada día estoy más confuso acerca de lo que soy. Recuerdo el momento en el que tuve que pensar cómo construir una frase en español porque mi subconsciente me recomendaba que usara términos anglosajones.
¡Joder, qué momento más raro!
Te encuentras con que te estás olvidando un idioma al que ni siquiera has alcanzado el nivel de maestro, y que el nuevo idioma que estás aprendiendo toma la primera posición en tu instinto. Con todas sus españoladas.
También empiezas a darte cuenta de que esas pequeñas anécdotas que formaron tu personalidad están siendo sustituidas por otras. Y dices… qué está pasando.
En esos momentos caes en que llevas ya bastante tiempo fuera de tu barrio, recuerdas a la familia … a Buenafuente.
Por una parte te produce cierta satisfacción el sentirte diferente, algo así como libre de aquellos aspectos de tu entorno que te molestaban. Decides juntarte con el menor número de españoles posible para poder seguir mejorando tu inglés y además conocer otras culturas, que de la tuya ya has tenido bastante. Pero en ciertos momentos vienen imágenes a tu mente con tus colegas de toda la vida haciendo las mismas gracias de siempre. Y lo echas de menos.
Te das cuenta de que añoras aquello de lo que querías huir— obviamente sin contar aquellas infinitas conversaciones acerca de lo mal que está todo— Y te sientes confuso.
Para evadirte un poco coges tu guitarra. Sacas cuatro acordes y decides entonar lo primero que te salga…. Y sale en ese extraño idioma, el que quisieras que se pareciera al inglés.
Tiras la guitarra en el sofá (con cuidado de que no se arañe).
Decides irte a tomar una.
Caminando, pasas por la puerta de multitud de clubs, pero ninguno te llama realmente la atención. De repente crees escuchar los primeros compases de La leyenda del Tiempo, algo se estremece dentro de ti y decides seguir las ondas sonoras.
Te encuentras con un chiringuito en la playa. En la puerta un cartel enorme “Spanish Party”.
Sonríes.
Lo primero que viene a tu mente a continuación es: “Me largo de aquí…” Pero cuando estás intentando alejarte del lugar, alguien hace un comentario sobre la paella gratis que se ofrece en el interior.
¿Cuánto hace que no te comes una buena paella?
A continuación, te ves sentado en la barra del bar sonriendo ampliamente y con tu platito en la mano. Como crees que tienes una personalidad diferente y cool, y además no quieres aceptar que la paella es uno de tus platos favoritos, después del sushi, claro; Te pides un Jack Daniels.
Ahora tienes el platito en una mano y a tu amigo de Tennessee en la otra. Miras primero el vaso, das un trago largo. Después coges un calamar con los dientes y lo masticas. Rápidamente te percatas de la extraña mezcla de sabores que se ha producido en tu paladar. Y aunque en primera instancia parece repulsivo, al cabo de unos segundos te parece interesante.
Ese extraño sabor te hace recordar la primera vez que probaste la miel de barril, con su correspondiente nausea. También recuerdas la sensación que te causaba el diseño de su etiqueta. Imaginabas una carretera californiana, un mustang y tu pelo al viento. Te das cuenta de que probablemente fue en ese momento cuando te diste cuenta de que tenías que salir a ver que ofrecía el mundo, de que España, quizá, limitaba a tus expectativas.
Después llegaron Motorhead y Nirvana, Rimbaud y Kerouac. Esas clases de Ingles con Mr.Eliott.
Ahora, con ese extraño sabor en el paladar, observas a tu alrededor y ves a un gran número de personas que experimentaron ese proceso. Todos con un platito en la mano. También te das cuenta de que hay individuos de otros países, todos con sus platitos, y todos bailando ese tema de Alaska que te parecía tan básico.
Por alguna extraña razón la gente se siente atraída hacia esa parte de tu cultura que tanto despreciabas, es más, aquí es tan tu siendo parte de ello.
Mientras dejas el Jack para luego y te pides una caña, te das cuenta de que siempre serás parte de aquello que te vio crecer.
Y que, de hecho, la paella es tu comida favorita.