Ášltimamente las agencias de calificación de deuda están alcanzando un alto grado de protagonismo en la vida de los ciudadanos de la Unión Europea, en especial en los países denominados PIGS. Lo más sorprendente es el modo en que los mercados de capital y la opinión pública internacional siguen aceptando las predicciones al instante. Una prueba de que la influencia de estas agencias sigue intacta después de la crisis financiera global surgió cuando Standard & Poor`s rebajó las calificaciones de deuda de Grecia, Portugal y España.
Efectivamente, no se trata de que estas agencias de calificación adivinen el futuro, pero tal y como parece, si surge la noticia sobre cualquier cosa, en una empresa o país, que pueda afectar a los mercados – que siempre son insaciables – al día siguiente publican nueva nota. Más parecen apuntes de un diario económico mediocre (no éste), que opina sólo de lo inmediato, que una agencia de calificación que debe analizar, entiendo, después de sopesar numerosas variables. En estos tiempos, es mejor que pongan el cartel “ESTAMOS EN CRISIS” y acierten en otro momento. Ahora, sólo clavan lo obvio, y lo demás lo hacen casi irreparable.
El comportamiento de estos organismos es el resultado casi inevitable de una situación en la que los principales bancos seleccionan y pagan a las agencias para que emitan sus informes. Y las agencias entregan una opinión altamente subjetiva y de escaso rigor técnico. La fuerte dependencia de las agencias calificadoras con la banca es el principal obstáculo para la falta de transparencia. Estas agencias opinan por la vía de los compromisos y no tienen parámetros objetivos. De ahí que nunca advirtieran la crisis y que etiquetaran con AAA (triple A, la máxima calificación) a las hipotecas basura que reventaron en Wall Street. Sin embargo, han castigado duramente la calidad crediticia de España o Grecia, sin penalizar la deuda de Estados Unidos, el epicentro de la crisis.
¿Cuánto tiempo Europa puede seguir permitiendo esta situación? ¿Las instituciones europeas no deberían “auspiciar” la creación de una agencia propiamente europea, pese a que en ella pudiera participar también el sector privado?
Europa mantiene la actual organización fundamentalmente “anglosajona” de los mercados financieros que infravaloran el peso y la importancia crecientes de la zona de la moneda única. Ha desarrollado cierta independencia gracias al euro, pero por lo que se refiere a las reglas, las directivas sobre transparencia y toda la estandarización de los mercados financieros, tenemos un sistema de fuerte dominación anglosajona.
Creo que, Europa necesita con urgencia una agencia de calificación que funcione porque el robusto sistema de euro no ha cobrado aún la debida influencia sobre las reglas que gobiernan los mercados financieros. Es de risa que las agencias actualmente califiquen los productos que ellas mismas ayudaron a crear; es más, esto no tiene discusión a ningún nivel y por supuesto menos a nivel internacional. Hay que domar a la globalización y pronto. ¿Cómo se puede admitir a los banqueros crear y vender productos estructurados que no se entienden cabalmente?
Para concluir, no quiero resultar exagerado ni conspirativo si afirmo que las agencias de calificación en estos tiempos presentes, son entidades moralmente delictivas. Digo esto en base a que sus vaticinios pueden generar aquello que pronostican, lo cual puede dar lugar a la ruina económica de personas y entidades, desempleo, etc. Para no seguir sufriendo hay que crear una gran agencia europea, de condición pública e independiente, mientras eso no ocurra nos dejaremos seguir mangoneando.
Pablo Ansede Espiñeira.