Estaba leyendo ayer la revista Capital, el número de este mes (enero de 2012) y, por cierto, una revista que aconsejo por lo extenso de su contenido y el nivel informativo que, por tres euros que cuesta pocos dan tanto a decir verdad. Bien, pues unas de las cosas que más me atrajo la atención fueron los términos de flexiempleo y de la Gig economy ¿Pero qué es esto se preguntarán? Pues es el inicio del fin del mercado laboral tal como lo conocemos o, al menos, una de las vías alternativas que está asomando cabeza a través de los cambios bruscos de la economía en estos tiempos y también por los nuevos modos innovadores de los capitalistas de configurar y entender el empleo de los trabajadores. Es una propuesta para el sistema económico y también comprende un plus para las empresas más dinámicas como la retratada en reportaje en el mismo ejemplar de la revista, Tuenti, de Zaryn Dentzer.
¿En qué consiste? Desde la perspectiva del trabajadores supone un cambio de chip: no al contrato fijo y al trabajo estable de por vida. Supone la búsqueda de varios empleos según las condiciones cambiantes de la vida y compatibilizar la formación continua, el pluriempleo cuando se precisa, cambios rápidos de empresa y emprender también cuando surge la ocasión ¿Parece muy exigente? No se equivocan, lo es. Cierto que para los más puristas del sistema económico es la vida perfecta de la que se enorgullecen porque prima la realización personal en el trabajo erigido como hilo que enerva la vida de una persona a los largo de su existencia.
Las reformas laborales en vías de concretarse en todos los países de la UE -para los que aun no se han concretado como España- maman de estas ideas y se está aceptando cada vez más que, cuando la empresa va mal se concede al empresario la capacidad de recortar horas de jornada y transformar un empleo de tiempo completo a parcial con asunción del resto por el estado o sin esta asunción, con posibilidades de paro fraccionado o sin éstas -según la liberalidad del país-. Los miniempleos propuestos tímidamente en España e instaurados en Alemania son prueba de esta filosofía económica empresarial y laboral. A esto se le adjunta con suma coherencia las proclamas del despido más barato y las facilidades de los contratos y en los procesos de contratación para que el mercado de trabajo deje de ser tan «pesado» y se movilice más, al ritmo de la economía, con el dinamismo de las grandes empresas y con la suerte de las empresas que nacen cada día y fenecen en otro día.
Es embaucador la vida dedicada a la autorrealización en un trabajo vocativo movido en un mundo social, donde la interacción directa con otras personas es una constante y la actividad es seguro de existencia. Pero después olvidan la familia, de esta suerte con tendencia a las distancias y a las rupturas por exigencias laborales. También pervierten la vida de los que no encuentran esa chispa de la realización en el trabajo porque el suyo particular no es precisamente un trabajo por vocación o porque entienden, sencillamente, la vida de otro modo: el trabajo para vivir y la vida para disfrutarla y no al revés. Las influencias chinas, además, se empiezan a notar, como ellos viven para trabajar y el mundo está globalizado nos irradian sus modos de vida tan deshumanizados y nos impelen desde los motivos económicos a hacerles frente con más y más trabajo cuando el progreso, en efecto, se basa en el confort humano, o eso pensaba yo que la tecnología y la técnica iba en pos de las comodidades pero, al parecer, es al contrario, justo al contrario. Invito a la reflexión: cuando la economía es la filosofía de vida y cuando la economía maneja la política.