Tabla de contenido ocultarLa auténtica realidad que motiva el conjunto de dificultades que están surgiendo para la formación del Gobierno tras las elecciones del 20-D se llama “ambición”, eso que ciega a nuestros políticos por mucho que pretendan ocultarlo y disfrazarlo.
Viven perturbados persiguiendo el poder
El resto, comenzando por los ciudadanos y sus problemas les importa una higa. Lo que no suponga la formación de equipos de trabajo dotados con personas inteligentes, cualificadas y honradas para tratar de alcanzar acuerdos y desbloquear la compleja situación, se convierte en una miserable perdida de tiempo.
No olvidemos que Rajoy se está jugando su último cartucho, y el no salir investido implica su muerte política, con el agravante de pasar a la Historia como “Mariano el Breve” por no haber conseguido una segunda legislatura, lograda hasta por el nefasto e innombrable Zapatero (PSOE).
Algo similar a lo que le ocurre a Sánchez, aunque en su caso, el no alcanzar la presidencia significará el tener que abandonar el partido a y patadas.
Y todo ello aderezado con un tercero en discordia, Pablo Iglesias (Podemos), tan ambicioso o más que los otros dos juntos, pero infinitamente más maniobrero, peligroso e inteligente que los otros dos líderes popular y socialista, aunque le perderá su espíritu de resentido.
Una segunda razón por la cual no se avanza en las negociantes, es que no solo está en juego el futuro de Sánchez y Rajoy, sino el del colectivo compuesto por unos 3.000 personajes de ambos partidos, PP y PSOE, pertenecientes al Gobierno, Partido, empresas públicas y un largo etc. que perderán o accederán a tales puestos y las canonjías que ello conlleva. Es lamentable que transcurridos más de 40 días desde la celebración de las E.G. , ninguno de los partidos ha propuesto un programa serio y coherente de negociación.
Acertado o equivocado, Pedro Sánchez continúa empecinado en su «no» a Rajoy
Ahora y como penúltimo recurso, ante la presión de las federaciones rebeldes, informó al Comité Federal del pasado sábado día 30, que previamente se someterá a consulta un posible pacto de investidura o de gobierno con otros partidos, imaginando que con dicha maniobra intentará ganar tiempo y evitar a los barones, pero que si le sale mal puede originar la fracturación del partido. La ausencia de altura política de Sánchez, puede significar un alto costo para España al infundir desconfianza en los mercados que ya han comenzado a tomar medidas precautorias. Ya está bien de dar la tabarra con tanto «progresismo y reformismo» para desviar su irreprimible ambición.
Como reza el refrán, “llorar sobre la leche derramada” es inútil, pero aunque a don Mariano no le gusta que se lo recuerden, la indolencia (dicen que inoculada por su asesor Arriola) pasa factura y en política doblemente. A modo de ejemplo. cabria recordar que hace tres años, Rajoy pudo perfectamente aprobar una reforma de la Ley Electoral introduciendo doble vuelta y evitándose los chantajes actuales, pero entre desidias y temores, todo se quedó en agua de borrajas, basándose una vez más en la estúpida máxima arriólica de que “no hay que hacer nada porque el tiempo lo arregla todo”. Mayor gilipollez imposible.
En el PSOE, todo parece indicar que Luena, su Secretario de Organización, más que hombre de confianza, actualmente ha pasado a ser la cabeza pensante del partido, no pudiéndose negar que tiene razón cuando alega que pactar, supondría blanquear al PP cuya corrupción, por mucho que se empeñen en esconderla no para de brotar.
Nadie concibe que en pleno siglo XXI y con los medios que cuenta un partido en el poder, no sean capaces de averiguar hasta donde llega esta lacra plagada de cohechos, apropiaciones indebidas, abusos, etc.
Tal estado de cosas obedece al continuado ejercicio de taparse unos a otros para seguir disfrutando de la mamandurria, pero lo que sucede es que cuando cualquier miembro de la “camorra” no está conforme con la cuantía de su mordida, larga, y sabe perfectamente donde hacerlo y a quien filtrárselo, para que al día siguiente sea portada de periódicos y pasto de las redes sociales, medio en el que los populares todavía no han aprendido a moverse.