Después de haber escuchado decir al Papa Francisco que él no es quien para criticar a los homosexuales y que estos no deben ser juzgados ni marginados y habiendo escuchado con anterioridad a diversas personalidades eclesiásticas manifestándose intolerantes e intransigentes con los homosexuales diciendo cosas tales como recomendar una “terapia apropiada” a los homosexuales, o como aquel obispo que publicó una guía para “curar” la homosexualidad, o afirmar que la homosexualidad es una “disfunción”, o decir que “los transexuales y homosexuales no entrarán en el Reino de los Cielos”, o que la causa es fruto de una mala educación, o no dejar ser padrino de un sobrino suyo a un homosexual, que el Vaticano impedirá a los gais ser sacerdotes y recurrirá a psicólogos para comprobar sus tendencias, o ver el tristes espectáculo de que un colegio niega la admisión de las hijas de un matrimonio de lesbianas, o que un cura expulse a una mujer de una hermandad católica por ser lesbiana, o que un cofrade no sea admitido en una Hermandad de Toledo por ser homosexual, o definir el matrimonio homosexual como maléfico, de esto último podría citar la enorme cantidad de barbaridades que se han dicho sobre el matrimonio homosexual a cuál de ellas más disparatada y desafortunada.
Escuchar lo dicho por el Papa y rememorar lo que muchos notables de la Iglesia Católica han dicho sobre la homosexualidad, es, lo que después de muchos años, me ha hecho ver con claridad lo que verdaderamente significa esa frase de ”es más papista que el Papa”. El Papa no sabe, no entiende, no conoce el fondo de las cosas, ellos, los “papistas”, sí.